varias_10A propósito de las palabras:

«Era una mujer muy anciana. De jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones» (Lc 2,36-37)

Nos hacemos la ilusión de que podemos llegar, arrodillarnos unos minutos ante el Señor, leer unas pocas páginas… y ¡ya! ¡Tocar y ver el misterio desnudo de Dios!

Ana, la anciana de la que habla san Lucas, nos enseña el largo y duro camino que es necesario recorrer para poder ver. Ella estuvo ochenta y cuatro años sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Y siendo ya vieja, sus ojos cansados adquirieron el vigor suficiente para reconocer al Salvador en aquel niño que entraba en el templo en brazos de su madre.

Ana, la anciana, nos enseña que este camino no es rectilíneo, que en más ocasiones de las que esperaríamos, nos vemos abocados a cambiar de rumbo justamente para llegar donde nos propusimos; que a veces la misma vida o la providencia divina nos cambia el rumbo. «Siete años casada y luego viuda hasta los ochenta y cuatro».

 

Ana, la anciana, nos enseña el camino de la penitencia y de la oración diarias para educar el corazón. Sí, efectivamente, el corazón ha de ser purificado para hacerse capaz de contemplar a Dios: «Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Ha de ser entrenado y educado para ser capaz de penetrar en la verdad de las cosas, distinguir y reconocer a Dios: «Señor, da luz a mis ojos» (Sal 13,4)

Con la escena de Ana me venían a la memoria unas palabras que había leído unos días atrás: «La vida de contemplación es irremisiblemente una vida de todos los días, de pequeñas fidelidades, de pequeños servicios, hecho todo con el espíritu del amor que todo lo aligera y a todo da calor. Sol y claridad pueden verse cubiertos, de vez en cuando y hasta con frecuencia, por la niebla y por  nubes. Aquí vale la sentencia de Pablo: “Quien no trabaja, que no coma”» (Hans Urs von Balthasar, Das betrachtende Gebet, 123-124)

Tiempo. Penitencia. Oración. Para llegar a ver es necesario educar el corazón.