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Por este motivo no hay culto, ni misas, ni confesiones en el Oratorio. Queda suspendido, hasta nuevo aviso, todo horario que pudiera circular por la red.
ARTÍCULOS
La cruz en el corazón de la Trinidad
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- Escrito por Padre Enrique Santayana C.O.
17 de marzo 2019
«Moisés y Elías … hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén»
Ante todo hay que tener en cuenta que este fenómeno acontece en la oración. Lo que aquí vemos es la oración entre el Hijo hecho hombre, Jesús, el Padre, que deja oír su voz, y el Espíritu Santo, que se expresa en esta luz que irradia el mismo Cristo y en la nube que envuelve el diálogo entre el Padre y el Hijo. Diálogo trinitario, oración trinitaria.
En la intimidad de la relación entre el Padre y el Hijo, la humanidad del Hijo manifiesta la gloria de la Trinidad. El Hijo deja ver su gloria, y su gloria es aquel Espíritu con que el Padre le unge, le ama, desde toda la eternidad y que ahora envuelve también la humanidad, que es humanidad del Hijo, humanidad divina. La gloria del Hijo es la vida de comunión con el Padre, es el vínculo del amor del Espíritu, el Espíritu del Padre y del Hijo. En la oración, la gloria.
Ahora bien, ¿qué encontramos en el centro de esta oración de Jesús? El diálogo sobre la cruz, que Jesús percibe como el designio eterno de Dios, manifestado en la Escritura, en la Ley y los Profetas: «Moisés y Elías … hablaban de su éxodo» —esto es, de su salida de este mundo, de su muerte— «que él iba a consumar en Jerusalén». Moisés y Elías, las Escrituras, son testigos del designio eterno de Dios, de lo que Dios había determinado para la salvación del hombre, de la cruz. Y este contenido es el centro del diálogo, de la oración de Jesús, de esa oración en la que se manifiesta en la luz de la transfiguración. En la oración, la gloria, en el centro de la oración, la cruz que tenía que afrontar.
OPCIÓN DOMINICANA
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- Escrito por Padre Enrique Santayana C.O.
LA MISERICORDIA QUE ES LUZ
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- Escrito por Padre Enrique Santayana C.O.
Luego, Jesús daba dos mandatos negativos: no juzguéis y no condenéis. Estos mandamientos negativos tienen el fin de preservar la misericordia. Si los mandamientos negativos —no juzgar y no condenar— no se respetan, no es posible la misericordia. Ocurre lo mismo en los Mandamientos de la Ley de Dios: los preceptos negativos (no tomar el nombre de Dios en vano, no matar, no adulterar, no robar, no mentir, no permitir deseos y pensamientos impuros, no codiciar los bienes del otro) tienen el fin de asegurar el mandamiento positivo del amor a Dios y al prójimo. Pero estábamos con los preceptos de no juzgar y no condenar. El hombre que juzga y condena ya ha roto el precepto de la misericordia. Por eso es necesario no juzgar y no condenar; a partir de este límite, la misericordia puede existir y puede crecer: «dad» —decía Jesús—, «dad y se os dará… Una medida generosa, remecida, rebosante».
Eternidad con Cristo, norma y medida del sacerdocio
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- Escrito por Padre Enrique Santayana C.O.
LA ETERNIDAD CON CRISTO,
MEDIDA Y NORMA DEL SACERDOCIO
De un retiro a los seminaristas
de la Diócesis de Alcalá de Henares
1 de diciembre de 2018
Con Cristo todo, sin Cristo nada
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- Escrito por Padre Enrique Santayana C.O.
17 de febrero del 2019