¿Cómo no sorprenderse ante la tarea ingente de unos pocos hombres que construyen un Oratorio y una Iglesia en Alcalá de Henares a finales del siglo XVII? Dios movió el corazón del padre fundador D. Martín de Bonilla que en lugar de legar la herencia a sus familiares los dona al Oratorio.
¿Cómo no sorprenderse ante el deseo de los primeros padres del Oratorio de tener una Iglesia tan grande y digna como fuese posible? Aquel ambicioso e impetuoso deseo no fue algo meramente humano, ya que fue la providencia divina quien hizo posible que aquellos padres contaran con los medios económicos que les ofreció el mecenazgo de la Condesa Alba de Aliste y la fortuna que deja en herencia el sargento D. Juan Pérez Merino. Gracias a esta generosidad con Dios, el Oratorio tuvo una Iglesia y un convento más grande y más digno.
¿Cómo no sorprenderse ante la reconstrucción del templo tras la invasión francesa? El buen Dios no sólo proveyó bienes económicos, suscitó buenos e inteligentes filipenses capaces de administrar sus vidas para el bien de las almas, sacerdotes y hermanos capaces de mantenerse ellos mismos en la fe y de mantener el Oratorio ante las amenazas de las desamortizaciones del periodo liberal y de los peligros de los periodos revolucionarios que atacaron la vida del Oratorio.
¿Cómo no sorprenderse ante la capacidad del Oratorio de mantenerse vivo en el siglo XX? Ha sido la providencia divina quien lo ha hecho posible. Sin el cuidado de Dios no habrían llegado al Oratorio las subvenciones del Estado de los años 80, evitando el derrumbe del edificio. No hubieran permanecido en la fe y en la casa, manteniendo la tradición filipense, los padres Ángel Alba y Bolek Jakubczyk, gracias a Dios y gracias a ellos el Oratorio permanece en Alcalá.
¿Cómo no sorprenderse ante esta nueva rehabilitación del siglo XXI? Como, en cada periodo de la historia, Dios ha tenido una palabra para su querida Alcalá: “Mantendré los ojos abiertos y los oídos atentos a las súplicas que se hagan en este lugar. Elijo y consagro este templo para que esté en él mi nombre eternamente. Mi corazón y mis ojos estarán siempre en él” (2 Cro 7, 15-16). Dios sigue vivo y presente en nuestras vidas, es real y actúa con amor, de Él damos testimonio. La rehabilitación que se ha realizado del año 2019 al 2022 es un fiel testimonio de este cuidado y amor. Dios ha previsto los medios económicos para sufragar la obra, ha previsto también las mejores manos para llevarlo a cabo. Es momento de dar gracias y gloria a Dios por su cuidado constante y amoroso. Os presentamos la historia de amor de Dios por su Oratorio.
FUNDACIÓN DEL ORATORIO
Las primeras gestiones fundacionales comienzan en agosto de 1694. D. Martín de Bonilla presenta un memorial al cardenal de Toledo D. Luis Manuel Fernandez Portocarrero en el que pide autorización para fundar una Congregación del Oratorio.
El Oratorio que desea fundar nace para prestar un servicio pastoral y espiritual que contrarreste los síntomas de profunda crisis que se detectan en las Instituciones y en la sociedad. Se conceden las licencias el 4 de Noviembre de 1694.
Los tres padres fundadores del Oratorio, Martín de Bonilla, Pedro Lucera y Dionisio Paredes compran, el treinta de noviembre de 1694, a Manuel Campuzano y su mujer, Martina Narbona, unas casas entre la plaza de Palacio y la llamada plaza de Abajo, por treinta y ocho mil reales de vellón que aportó D. Martín de Bonilla y Echeverría.
En esa sala “que tenía dos rejas a la plaza”, se dispusieron los altares adornados. En el tejado se colocó una campana, soportándola en una buhardilla, preparativos muy sucintos que permitieron precipitar la celebración, el cinco de diciembre de 1694, a las seis de la mañana. Ofició la misa el Vicario General de Alcalá, D. Juan Caldera que bendijo el Oratorio y que dejó en él el Santísimo Sacramento.
Desde el mismo día de la fundación, en palabras de Ángel Alba, se “comenzaron a hacer ejercicios de las pláticas y doctrinas, como se practicaban en Madrid, teniendo expuesto el Santísimo, con música en los intermedios, de modo que tuviese el pueblo el consuelo de los confesores y la explicación de la doctrina y el Evangelio en pláticas espirituales”. Esos ejercicios comenzaron el 8 de Diciembre, se hacían en días de fiesta por la tarde, y eran muchos los que acudían por lo que inmediatamente se pensó acondicionar un local mayor.
A finales de febrero de 1695 ya se había acondicionado ese segundo Oratorio, al parecer coincidente con el lugar donde hoy vemos la sacristía. El uno de marzo de 1695 se bendijo el nuevo Oratorio.
siglo XVIII
En 1698 los padres Paredes y Burgalés solicitan terreno e inspectores al Ayuntamiento para la obra del templo que hoy conocemos, en 1699 se coloca la primera piedra.
La mayor parte del templo del Oratorio actual se construyó entre 1698 y 1704.
En 1702 la Congregación encarga al P. José Martínez la responsabilidad de la obra. Las fiestas de dedicación del nuevo templo se hicieron entre los días diez y catorce de Octubre de 1705.
Se conoce el nombre de los maestros de obras que iniciaron el oratorio y por tanto definieron su concepción y decoración arquitectónica, muy relacionada con el barroco madrileño de finales del XVII. Se trata de Bartolomé Oñoro y Manuel Crespo, al primero de los cuales se atribuye mayor responsabilidad respecto del resultado final, aunque falleció durante la obra.
El templo es de una nave en que se ha marcado un inexistente crucero sustituyendo el tramo de bóveda de cañón de perfil escarzano que recorre la iglesia, por una cúpula de base ovalada rematada con una linterna octogonal. Esa cúpula enriquece espacialmente el templo y lo ilumina en su cabecera. El conjunto ofrece una gran armonía que se beneficia de las correctas proporciones y de una cierta ligereza rococó que no se basa tanto en los detalles decorativos como en la amplitud de los vanos y los lunetos y los vuelos de las tribunas. Es un espacio muy adecuado para la predicación y afortunadamente se conserva el púlpito y tornavoz que servía para la predicación que junto con la administración del Sacramento de la Penitencia y la celebración de la misa y Comunión sacramental están en el centro de la vida litúrgica del Oratorio.
Contando con los medios económicos del mecenazgo de la Condesa Alba de Aliste, en 1727 se solicita al Ayuntamiento permiso para alargar el templo diez varas hacia la plazuela. El permiso se obtuvo pero con un tamaño mucho más pequeño del previsto, con ello, sólo se permitió añadir dos altares, suponemos que uno a cada lado. Entre varios maestros de obras, se eligió para alargar el templo la solución y precio ofrecido por José Benito Román.
Además del templo, se construyó una residencia para los sacerdotes alrededor de un patio cuadrado y la capilla de la Inmaculada. También se inicia la biblioteca del Oratorio. En 1751 se fabricó la Sacristía por el Maestro José Román. La puerta de madera contiene cuarterones con herrajes que están firmados por Carlos Mosquera en 1753.
SIGLO XIX
FUNDACIÓN DEL ORATORIO
Las primeras gestiones fundacionales comienzan en agosto de 1694. D. Martín de Bonilla presenta un memorial al cardenal de Toledo D. Luis Manuel Fernandez Portocarrero en el que pide autorización para fundar una Congregación del Oratorio.
El Oratorio que desea fundar nace para prestar un servicio pastoral y espiritual que contrarreste los síntomas de profunda crisis que se detectan en las Instituciones y en la sociedad. Se conceden las licencias el 4 de Noviembre de 1694.
Los tres padres fundadores del Oratorio, Martín de Bonilla, Pedro Lucera y Dionisio Paredes compran, el treinta de noviembre de 1694, a Manuel Campuzano y su mujer, Martina Narbona, unas casas entre la plaza de Palacio y la llamada plaza de Abajo, por treinta y ocho mil reales de vellón que aportó D. Martín de Bonilla y Echeverría.
En esa sala “que tenía dos rejas a la plaza”, se dispusieron los altares adornados. En el tejado se colocó una campana, soportándola en una buhardilla, preparativos muy sucintos que permitieron precipitar la celebración, el cinco de diciembre de 1694, a las seis de la mañana. Ofició la misa el Vicario General de Alcalá, D. Juan Caldera que bendijo el Oratorio y que dejó en él el Santísimo Sacramento.
Desde el mismo día de la fundación, en palabras de Ángel Alba, se “comenzaron a hacer ejercicios de las pláticas y doctrinas, como se practicaban en Madrid, teniendo expuesto el Santísimo, con música en los intermedios, de modo que tuviese el pueblo el consuelo de los confesores y la explicación de la doctrina y el Evangelio en pláticas espirituales”. Esos ejercicios comenzaron el 8 de Diciembre, se hacían en días de fiesta por la tarde, y eran muchos los que acudían por lo que inmediatamente se pensó acondicionar un local mayor.
A finales de febrero de 1695 ya se había acondicionado ese segundo Oratorio, al parecer coincidente con el lugar donde hoy vemos la sacristía. El uno de marzo de 1695 se bendijo el nuevo Oratorio.
siglo XVIII
En 1698 los padres Paredes y Burgalés solicitan terreno e inspectores al Ayuntamiento para la obra del templo que hoy conocemos, en 1699 se coloca la primera piedra.
La mayor parte del templo del Oratorio actual se construyó entre 1698 y 1704.
En 1702 la Congregación encarga al P. José Martínez la responsabilidad de la obra. Las fiestas de dedicación del nuevo templo se hicieron entre los días diez y catorce de Octubre de 1705.
Se conoce el nombre de los maestros de obras que iniciaron el oratorio y por tanto definieron su concepción y decoración arquitectónica, muy relacionada con el barroco madrileño de finales del XVII. Se trata de Bartolomé Oñoro y Manuel Crespo, al primero de los cuales se atribuye mayor responsabilidad respecto del resultado final, aunque falleció durante la obra.
El templo es de una nave en que se ha marcado un inexistente crucero sustituyendo el tramo de bóveda de cañón de perfil escarzano que recorre la iglesia, por una cúpula de base ovalada rematada con una linterna octogonal. Esa cúpula enriquece espacialmente el templo y lo ilumina en su cabecera. El conjunto ofrece una gran armonía que se beneficia de las correctas proporciones y de una cierta ligereza rococó que no se basa tanto en los detalles decorativos como en la amplitud de los vanos y los lunetos y los vuelos de las tribunas. Es un espacio muy adecuado para la predicación y afortunadamente se conserva el púlpito y tornavoz que servía para la predicación que junto con la administración del Sacramento de la Penitencia y la celebración de la misa y Comunión sacramental están en el centro de la vida litúrgica del Oratorio.
Contando con los medios económicos del mecenazgo de la Condesa Alba de Aliste, en 1727 se solicita al Ayuntamiento permiso para alargar el templo diez varas hacia la plazuela. El permiso se obtuvo pero con un tamaño mucho más pequeño del previsto, con ello, sólo se permitió añadir dos altares, suponemos que uno a cada lado. Entre varios maestros de obras, se eligió para alargar el templo la solución y precio ofrecido por José Benito Román.
Además del templo, se construyó una residencia para los sacerdotes alrededor de un patio cuadrado y la capilla de la Inmaculada. También se inicia la biblioteca del Oratorio. En 1751 se fabricó la Sacristía por el Maestro José Román. La puerta de madera contiene cuarterones con herrajes que están firmados por Carlos Mosquera en 1753.
SIGLO XIX
El 18 de agosto de 1809 el rey de España José Bonaparte firma un decreto por el que “todas las órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales existentes en los dominios de España quedan suprimidas; y los individuos de ellas en el término de 15 días, contados desde el de la publicación del presente decreto, deberán salir de sus conventos y claustros, y vestir hábitos clericales seculares”.
En febrero de 1810 se ordenó a los padres de la Congregación de Alcalá el abandono de la casa, tras él tuvo lugar el primer expolio de la Congregación. De acuerdo al testimonio de Acosta de la Torre, los franceses se llevaron el cuadro que presidía el retablo dorado del altar mayor del Oratorio, mientras entregaban éste a las llamas y además desembaldosaron la nave, sacando todos los cadáveres de su enterramiento. Los retablos y altares del Oratorio fueron quemados en 1811. Ese mismo año el trigo y la cebada incautados a los labradores fueron almacenados en San Felipe. En 1812 se seguía utilizando el templo como silo.
El párroco de la iglesia de Santiago, antiguo miembro de la Congregación, solicitó el órgano del Oratorio en propiedad para su parroquia y también algunos otros bienes, quizá con la intención de evitar su pérdida.
En 1813 las tropas francesas del general Soult, que perseguía al general español Juan Martín Díez (el empecinado) asolaron Alcalá de Henares, saqueando y causando gran daño a los edificios y las personas.
Cuando en 1814 son derrotados los franceses, la iglesia y la casa ofrecen un aspecto muy pobre y deteriorado. El Prepósito solicita al Gobernador interino la devolución del edificio y todo lo que pudiera recuperarse de su contenido, justifica su escrito explicando que la Congregación no responde a la definición de entidad religiosa regular y que, por tanto, se les ha expulsado y expropiado de un modo injusto e ilegal. Ese texto pedía la devolución “de todos los ornamentos, bienes muebles y raíces, y todos los demás derechos que prueben corresponderles y en que estaban posesionados antes de su injusta expulsión.”
El 26 de Mayo de 1814 la Congregación pudo celebrar la fiesta de San Felipe Neri, aunque lo hizo en la parroquia de Santiago dado el estado ruinoso del templo de la Congregación.
Es muy interesante la descripción de los trabajos que fueron necesarios para devolver la iglesia de San Felipe al culto. Cuando toma de nuevo posesión del edificio la Congregación, el 25 de junio de 1814, había en él los siguientes bienes: cuatro cajones, al parecer de la sacristía, dos hojas de ventana pequeñas, otras dos mayores, una mesa larga de pino, dos pies de mesa destrozados, dos tableros grandes de nogal, un cuadro viejo con marco negro, otros dos pies de mesa, un bufete de nogal con un solo pie, una mesa de pino, otra igual, una lápida como de una vara y media y una ancha, al parecer de sepulcro. Solo eso quedaba, por lo que se reclamaba todo lo demás.
Una vez recuperado el edificio por la Congregación tras la invasión francesa, para restaurarlo, “se encomendó a Antonio Goyoaga la albañilería y los materiales, a Carrasco la carpintería, a Saturnino Paredes la cerrajería y a los doradores los retablos.” “Hizo falta comprar cuerda, limpiar el pozo, varillas de hierro, llaves, cerrojos, armillas, una viga de madera, dos fanegas de cal y ciento cincuenta tejas, maderas para la iglesia, cola Campeche, clavos, escarpias, bramante, vidrieras, escaleras, tierra pavonada, mesas de altar, dos sagrarios, dos arañas, vidrieras para la capilla de la Buena Muerte, soga para la campana”. Se hacen numerosas reparaciones en los siguientes años para ir devolviendo al edificio sus condiciones de uso.
Se trae agua desde el palacio episcopal aunque solo se hizo llegar a la cocina y a la sacristía. En 1819 se completaron algunas imágenes con sus atributos de plata, robados durante la guerra, coronas, potencias, diademas. Se recuperó un cuadro de San Felipe pero no el del retablo mayor. Se compraron 1.500 baldosas para la iglesia. Se logró recuperar el órgano que había sido llevado “en propiedad” a la parroquia de Santiago.
En 1820 se pusieron cerraduras en todos los cajones de la cajonería de nogal de la sacristía, al parecer adquirida por el P. Paredes en 1713. Esta bella pieza de mobiliario todavía existente.
En 1824 y sucesivos se pusieron los balcones volados de la iglesia, lo que da idea de que hubieran sido arrancados, se pintó el altar mayor y el balconaje del templo.
En 1859 se acometen algunas obras de interés. José Antonio Rodríguez, maestro de obras nombrado por el Prepósito para reconocer y presupuestar las obras comenta “encontré que la bóveda de dicho edificio, así como los paramentos verticales se hallan bastante deteriorados con quiebras y roturas, y tan negro que no parece templo de Dios, así también parte del coro se halla inutilizado por amenazar ruina a causa de la rotura de un arco sobre el cual descansa dicho coro; como también el arco principal se halla bastante necesitado”. El presupuesto incluía mil cuatrocientas baldosas finas para el pavimento de la iglesia “por hallarse la mayor parte de las que tiene inútiles”.
En 1860 se destinan 10.914 reales de vellón a la obra por parte del Estado, cifra que coincide exactamente con el presupuesto elaborado por José Antonio Rodríguez el año anterior. No conocemos el alcance exacto de la obra ni su calendario, pero en junio de 1861 el Ayuntamiento pide al Prepósito que actúe por tener el edificio “necesidad de reparos urgentes imposibles de disimular o consentir” y que “cuanto antes le sea posible procure se revoque la fachada de la Iglesia y Congregación que se haya en su totalidad muy deteriorada, ofreciendo mal aspecto aquella parte de la población”. Las demandas municipales se refieren al exterior del edificio y nos permiten comprender que el edificio estaba completamente revocado, que lo estaría desde su construcción, y que por tanto la actual imagen de ladrillo visto en las fachadas, es moderna.
Con la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, los liberales fueron ganando terreno y, con ellos, las ideas reformistas del Estado y sus relaciones con la Iglesia.
El 17 de julio de 1834 tiene lugar la primera matanza de frailes de nuestra historia, acusándolos falsamente de envenenar las aguas.
En 1835 el gobierno D. José María Queipo de Llano, VII conde de Toreno, expulsa de España a los jesuitas y manda clausurar todos los conventos que tengan menos de doce individuos profesos.
Del 19 de febrero al 8 de marzo de 1836 se firman los decretos de expropiación de innumerables bienes de la Iglesia, en el conocido proceso de “desamortización” promovido por D. Juan Álvarez Mendizabal. Con esta misma política, de expropiación de los bienes de la Iglesia y de clausura de cientos de conventos, órdenes religiosas, cabildos e incluso de clero secular, siguieron gobernando España D J. M. Calatrava y D. B. Fernández Espartero. Las consecuencias fueron enormes, un clero en la miseria, iglesias y conventos abandonados y muchísimas obras de arte destruidas.
Hay que esperar al triunfo de los moderados, primero de Narvaez y luego de Bravo Murillo, para que se alcance el orden y se restauren las relaciones del Estado con la Iglesia, que llegará con la firma de un nuevo concordato entre S. M. Católica Isabel II y el Papa Pío IX, en 1851.
Con todo la Congregación de San Felipe de Alcalá fue sorteando tanto la supresión como la desamortización. La Congregación fue suprimida de derecho pero nunca de hecho. No eran ni frailes, ni religiosos, sino clérigos seculares, sus miembros siguieron viviendo en el Oratorio pero fueron exonerados de sus cátedras de la Universidad cisneriana. Tras demostrar que los bienes de la Congregación eran de una fundación secular, estos bienes fueron respetados.
Es de gran interés el presupuesto que elabora en julio de 1861 el arquitecto Francisco Enríquez y Ferrer para la realización de diversas obras. Este arquitecto trabajaba en diversas obras impulsadas por el gobierno de Isabel II y en este caso se hace a través de la Junta Diocesana de Reparación de Templos de Toledo. Se propone colocar nuevo solado para la portería y claustros bajos, con baldosas bien cocidas, sin alabeo, caliches, ni venteaduras, que se cortará a plantilla y se sentará a cartabón sobre mortero de cal y arena. Se remeten cinco rejas de cuerpo entero en el piso bajo, al exterior, se componen cinco tapiales reventados en la fachada principal, también se incluye la restauración de muros y arcos de la espadaña. El revoco exterior de todo el edificio se propone “picando antes el existente hasta descubrir las fábricas, se maestrará con yeso moreno y se enfoscarán con mortero de cal y arena” Una vez más comprobamos que el edificio estaba revestido y ofrecía a la vista sus fábricas de ladrillo. Los aleros de madera se pintan del mismo color (entendemos que del existente entonces) con tres manos al óleo. Las rejas se pintarán con minio al óleo y se acabarán con dos manos de verde oscuro. Las puertas y ventanas se imitarán a nogal con tres manos de pintura al óleo. Se establecen por Ferrer, en noviembre de 1862, las condiciones de la pública subasta que serviría para adjudicar las obras y en junio de 1864, con la dirección de Francisco Enríquez y Ferrer, se concluyó la obra, realizada por el Maestro de Obras Antonio Fernández.
En 1894 D. Manuel Laredo pinta el trampantojo del retablo mayor.
SIGLO XX
EL PADRE LECANDA (1853-1939). Nace en Miravalles (Vizcaya) el 12 de abril de 1853. Fue amigo y confesor de Unamuno con el que mantuvo una larga relación epistolar.
En 1882 se traslada al Oratorio de San Felipe Neri de Alcalá de Henares.
En 1885 imprimie un libro sobre San Felipe Neri. Su actividad se desarrolla siempre dentro del Oratorio, en el servicio al culto, la administración de los sacramentos y la predicación. Será prepósito hasta 1936.
En 1889 publica memorias de un viaje a Roma.
En 1897 es miembro de la Junta que organizó el Centenario de las Santas Formas.
En 1904 publica la novela histórica Razón de Estado. Restaura la iglesia del Oratorio de Alcalá, muy descuidada en este cambio de siglo, y cuida sus bienes muebles.
En 1922 publica Tratado de sencilla filosofía. En 1926 organiza junto a otras personalidades de Alcalá una exitosa Exposición de Arte Religioso.
En 1932 publica un escrito en Arte Español sobre el Santo Cristo Universitario de los Doctrinos y en 1933 un opúsculo sobre su Ermita. La persecución religiosa que asola España le alcanza veraneando en 1936 en Azpeitia. Allí muere ese mismo año. Sus restos fueron traídos a Alcalá en 1949.
Persecución Religiosa 1936 -1939
Se destruye la Magistral Debido a la sublevación de algunos militares en Alcalá de Henares a favor del Movimiento Nacional, la represión alcanzó no sólo a la tropa sublevada sino a la población considerada simpatizante y, de un modo especial, a la Iglesia y a sus instituciones, a sus sacerdotes, religiosos, templos y conventos.
Los días 20, 21 y 22 de julio de 1939 fue el comienzo de una gran tribulación para la ciudad, que invadida por tropas venidas de fuera, vivirá con desazón sus muchos actos de violencia. El día 22 la iglesia Magistral es incendiada por milicianos, todos sus tesoros de culto y de arte son destruidos, robados y perdidos, entre ellos la Custodia con las SS. Formas incorruptas. Tras el fuego sólo quedan las paredes y los arcos de piedra ennegrecidos y rotos en mil pedazos los mausoleos del Arzobispo Carrillo y del Cardenal Cisneros. Se asaltan los conventos.
Luego fueron asaltados todos los demás conventos de mujeres: En Santa Clara los milicianos se apoderaron del edificio y expulsaron a las monjas a la calle.
El día 21 las Juanas abandonaron el suyo que fue sometido a saqueo y profanaciones el mismo día.
El 20 las Carmelitas de la Imagen celebraron la última misa, y dos días después fueron quemados sus cuadros, imágenes y robados sus objetos de culto.
El día 20 un grupo de personas acudió al convento de Santa Úrsula en busca de armas, y al día siguiente las monjas abandonaron el convento, mientras veían arder a la Santa Iglesia Magistral. Igual suerte tuvieron las dominicas de Santa Catalina, que comenzaron a sufrir un trato inconsiderado el día 20 por parte de un grupo de exaltados vecinos y foráneos. El día 23 dijeron la última misa, y el capellán sería después asesinado.
Las Carmelitas del Corpus Christi fueron obligadas a salir de su convento.
Las diecinueve monjas de las Bernardas cistercienses dejaron el monasterio en medio de insultos e injurias.
Las franciscanas de San Diego fueron empujadas a la calle el día 21, y cada una se refugió momentaneamente en la casa que la dio acogida.
Siguió la persecución con las Adoratrices del paseo de la Estación. Y mientras tanto ya habían sido asesinados varios sacerdotes y hombres de Iglesia.
El convento de las Siervas de María sirvió para concentrar en él a todas las religiosas de la ciudad que no tuvieran lugar donde ir, allí las obligaron a trabajar en el taller constituido, donde estuvieron hasta su evacuación a Madrid y a Valencia.
El Oratorio es ocupado. Tras la salida del último padre, el Oratorio es ocupado por un Comité de policía secreta que someterá a sus detenidos a terribles torturas y a juicios sumarísimos sin ninguna garantía legal. Muchos de estos encarcelados acabarán siendo fusilados. El Oratorio se convertirá, durante este tiempo, en una “Checa”.
Los mIembros del Oratorio de San Felipe:
El Padre Francisco Mª Arabio-Urrutia, el Padre Augusto Díez de Baldeón y Barriuso, el Padre Mariano (organista) y el Padre Prepósito Juan José de Lecanda y Zalvidegoitia; los hermanos legos Doroteo, José y Cándido.
El Padre Francisco y el Padre Augusto pasaron la guerra en Madrid, como miembros de la Iglesia clandestina, ejerciendo el ministerio sacerdotal y jugándose la vida.
El Padre Prepósito se encontraba esos días de vacaciones en Bilbao con su familia, ya no regresará nunca más en vida a su Oratorio.
Los hermanos legos se dispersaron y abandonaron la casa, nada más se supo de ellos.
Según los testigos encontrados, el Padre Mariano fue el último en abandonar la casa, saliendo a la calle vestido de paisano, debió de morir el 22 de julio de 1936. Nada sabemos de dónde, ni cómo, ni ninguna de las circunstancias de sus últimos momentos.
Desde el día 22 de julio el Oratorio y su Iglesia fueron sometidas al saqueo, a la profanación y a una destrucción sistemática. Muchos libros y papeles fueron quemados en la sacristía. El espléndido órgano que poseía la iglesia, traído desde Inglaterra a principios del siglo XX y montado por la casa Norman Beard, Ld. de Norwich fue destruído; durante muchos días las llaves pasaron a manos ajenas que entraban y salían con despojos. Anselmo Raymundo refiere que en julio de 1936 la multitud entró en la iglesia despojándola de todas sus cosas y haciendo de ellas un copioso botín; después fue convertida en parque automovilístico para toda clase de vehículos.
Días más tarde de la desaparición del último padre filipense, la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico envió a Alcalá al Señor José Mª Lacarra para salvar lo que se pudiera, constatando que habían sido robados libros y desaparecido obras de arte, recuperándose otros. Afortunadamente, ni la iglesia ni la residencia de los Padres sufrieron grandes destrozos estructurales.
Los padres filipenses no pueden regresar a su Oratorio hasta el 1 de noviembre de 1942, día en que el templo fue purificado, quedando abierto y perfectamente reorganizados los cultos.
La posguerra alcalaína fue dura y triste, también para el Oratorio, con pocos ingresos económicos y un edificio muy dañado tras la guerra. En los años cincuenta comenzaría para Alcalá un tímido despertar, preludio de la gran transformación de una década después cuando la explosión industrial y demográfica comenzará de una manera imparable.
En los años setenta la ciudad crece sin control y sufre una serie de problemas de muy difícil solución. Graves dificultades en el suministro de agua, una carretera general que partía en dos a la ciudad, el eterno problema del hospital aún no solucionado totalmente, unos colegios que se quedan pequeños antes de ser inaugurados. El Oratorio sufre una terrible crisis de vocaciones, el templo y el convento se encuentran en un estado calamitoso.
En 1969 se inicia en el Oratorio de Alcalá un proyecto docente abriéndose como colegio masculino de EGB y extendiendo su ámbito a alumnos de preescolar en 1972. En 1976 se construye el edificio nuevo que hoy vemos, en el lugar que ocupaban casas propiedad del Oratorio. Se hace en ladrillo visto y con un estilo sencillo y funcional. Hoy es un colegio con más de doscientos alumnos de ambos sexos que ofrece educación infantil y primaria. El colegio fue una respuesta del Oratorio a la necesidad social y educativa que se vivió en aquellos años en Alcalá de Henares.
El trampantojo de Laredo sufrió deterioros durante sus casi cien años de existencia y en 1976 en vez de restaurar la obra, se decidió taparla con pintura lisa, privando a la iglesia de una obra de arte de cierto interés pero sobre todo de una imprescindible solución estética para la cabecera. La colocación de un simple crucifijo colgado en la pared desnuda no respondía al carácter de este templo pero si a la corriente simplificadora y de sencillez que se derivó del Concilio Vaticano II en lo religioso y que encaja bien con las corrientes estéticas del movimiento moderno a partir del racionalismo. Cuando se tomó la decisión de taparlo se unía por tanto una posible falta de recursos para restaurarlo con la falta de aprecio por esa pintura. La prueba del nulo valor que se le daba es que se decidió incluso destruir la parte superior por la inserción de una moldura de escayola que enmarcaba el crucifijo. En cambio, según indica el autor del segundo trampantojo que hoy vemos, el resto del antiguo estaría protegido tras un panel.
En Junio de 1986 la Dirección General de Cultura de la Comunidad de Madrid encarga un proyecto de restauración del Oratorio a D. Álvaro Soto y Emilio Tuñón en tiempos del Padre Prepósito Bolek Jakubczyk.
El estudio del estado en que se encontraban la iglesia, el convento y la biblioteca, llevó a concluir que lo más necesario era intervenir en las cubiertas de la nave del templo, en muy mal estado. Ello había llevado en algún momento a cegar las ventanas de la linterna, lunetos y tribunas. Las humedades se veían agravadas por el efecto de las cubiertas del edificio nuevo del colegio, con faldones hacia el templo, lo que incidía especialmente en el mal estado de la capilla de la Inmaculada, situada entre el templo y el colegio. El estado de la linterna era lamentable aunque en ese momento, sus fábricas de ladrillo conservaban restos del revoco que tuvo todo el templo si bien no el acabado final, imitando ladrillo que seguramente tenía el edificio. El estado de la espadaña era especialmente preocupante por estar muy inclinada y soportar la gran carga de un nido de cigüeñas sobre su incompleto remate de ladrillo.
Las obras comenzaron en febrero de 1988. En cuanto a la intervención realizada en el edificio, lo más notable es la reparación de cubiertas, espadaña, linterna y biblioteca aunque abarca también restauraciones en los solados de las capillas de la Inmaculada y de San Felipe. En estas capillas se colocó un despiece de mármol muy diferente de los tradicionales y existentes en el edificio, a la vez que se adoptaba, fuera del ámbito de ese proyecto de restauración, una decoración basada en soluciones tradicionales aunque no fieles a las soluciones originales. En cuanto a la biblioteca, se subió a la planta alta reforzando la estructura y colocando forjados nuevos con viguetas y con bovedillas cerámicas y una cubierta moderna de cobre. Se resolvió así el problema del encuentro entre el edificio nuevo del colegio y el templo, solución que se ha demostrado eficaz, eliminándose el problema de humedades por cubierta en ese punto.
En 2004 se colocó una cancela de forja y vidrio que sustituyó a la tradicional de madera y que desgraciadamente se ha resuelto en un estilo renacentista muy inadecuado para esta iglesia rococó. La moderna vidriera que cierra el vano de la fachada tampoco contribuye a recuperar la estética más compatible con este templo y junto con la impactante cancela marcan de manera muy particular los pies de la iglesia como el trampantojo marca la cabecera.
Se realizan las pinturas murales con ángeles cantores del muro testero, en el coro alto y otras aportaciones pictóricas de Chordi Cortés, entre 2000 y 2003. La colección de pinturas y esculturas que atesora el Oratorio en la casa y el templo, que incluye piezas de gran interés artístico y algunas obras adquiridas recientemente, antiguas y contemporáneas, fue en parte expuesto en la gran sala que se acondicionó entre la sacristía y el zaguán de entrada del convento, en forma de museo, aunque no se pudo mantener abierto al público por los gastos e inconvenientes que ello generaba.
LA CONGREGACIÓN DE GETAFE SE FUSIONA CON LA DE ALCALÁ
El 26 de mayo de 2009 la Santa Sede firma un Rescripto por el que erige la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Getafe, nace con cinco padres y dos hermanos.
En el contexto de una visita pastoral a la Congregación de Alcalá, el Visitador apostólico P. Selden convive los días 17 y 18 de junio de 2010 con la recien fundada Congregación de Getafe. En este encuentro el Visitador propone a la Congregación de Getafe, como una inspiración del Señor, la posibilidad de una afiliación con la Congregación de Alcalá de Henares. Al percibir, por un lado, en la Congregación de Alcalá sus inmensas riquezas históricas, patrimoniales y de posibilidades pastorales pero su pobreza en miembros y, por otro lado, en la Congregación de Getafe sus inmensas riquezas en miembros, vida espiritual y pastoral, pero su pobreza histórica y patrimonial.
Tras un tiempo de maduración de esta propuesta y consultar al Oratorio Seglar, la Congregación de Getafe acepta esta propuesta en el año 2012. En el mes de septiembre de este mismo año se trasladan a vivir en la casa de Alcalá de Henares e inician un perido de vida común de ambas Congregaciónes.
La fusión se producirá seis años más tarde el 29 de Junio de 2018, desde ese día, la Congregación de Getafe desaparece y queda fusionada en la de Alcalá de Henares. Para esta renovada Congregación de Alcalá se hace prioritario la rehabilitación del templo del Oratorio, de la sacristía y de las salas anejas, por eso, ese mismo año el P. Prepósito Julio González Pozo pide al arquitecto D. José Ramón Duralde, experto en rehabilitación de edificios históricos, un proyecto de rehabilitación integral del edificio. Tras solicitar todos los permisos necesarios se comienza la obra de rehabilitación en septiembre del 2019. La providencia divina bendijo este proyecto con decenas de pequeñas aportaciones económicas y, sobre todo, la de una gran donante anónima que hizo posible sufragar esta obra.
En febrero de 1810 se ordenó a los padres de la Congregación de Alcalá el abandono de la casa, tras él tuvo lugar el primer expolio de la Congregación. De acuerdo al testimonio de Acosta de la Torre, los franceses se llevaron el cuadro que presidía el retablo dorado del altar mayor del Oratorio, mientras entregaban éste a las llamas y además desembaldosaron la nave, sacando todos los cadáveres de su enterramiento. Los retablos y altares del Oratorio fueron quemados en 1811. Ese mismo año el trigo y la cebada incautados a los labradores fueron almacenados en San Felipe. En 1812 se seguía utilizando el templo como silo.
El párroco de la iglesia de Santiago, antiguo miembro de la Congregación, solicitó el órgano del Oratorio en propiedad para su parroquia y también algunos otros bienes, quizá con la intención de evitar su pérdida.
En 1813 las tropas francesas del general Soult, que perseguía al general español Juan Martín Díez (el empecinado) asolaron Alcalá de Henares, saqueando y causando gran daño a los edificios y las personas.
Cuando en 1814 son derrotados los franceses, la iglesia y la casa ofrecen un aspecto muy pobre y deteriorado. El Prepósito solicita al Gobernador interino la devolución del edificio y todo lo que pudiera recuperarse de su contenido, justifica su escrito explicando que la Congregación no responde a la definición de entidad religiosa regular y que, por tanto, se les ha expulsado y expropiado de un modo injusto e ilegal. Ese texto pedía la devolución “de todos los ornamentos, bienes muebles y raíces, y todos los demás derechos que prueben corresponderles y en que estaban posesionados antes de su injusta expulsión.”
El 26 de Mayo de 1814 la Congregación pudo celebrar la fiesta de San Felipe Neri, aunque lo hizo en la parroquia de Santiago dado el estado ruinoso del templo de la Congregación.
Es muy interesante la descripción de los trabajos que fueron necesarios para devolver la iglesia de San Felipe al culto. Cuando toma de nuevo posesión del edificio la Congregación, el 25 de junio de 1814, había en él los siguientes bienes: cuatro cajones, al parecer de la sacristía, dos hojas de ventana pequeñas, otras dos mayores, una mesa larga de pino, dos pies de mesa destrozados, dos tableros grandes de nogal, un cuadro viejo con marco negro, otros dos pies de mesa, un bufete de nogal con un solo pie, una mesa de pino, otra igual, una lápida como de una vara y media y una ancha, al parecer de sepulcro. Solo eso quedaba, por lo que se reclamaba todo lo demás.
Una vez recuperado el edificio por la Congregación tras la invasión francesa, para restaurarlo, “se encomendó a Antonio Goyoaga la albañilería y los materiales, a Carrasco la carpintería, a Saturnino Paredes la cerrajería y a los doradores los retablos.” “Hizo falta comprar cuerda, limpiar el pozo, varillas de hierro, llaves, cerrojos, armillas, una viga de madera, dos fanegas de cal y ciento cincuenta tejas, maderas para la iglesia, cola Campeche, clavos, escarpias, bramante, vidrieras, escaleras, tierra pavonada, mesas de altar, dos sagrarios, dos arañas, vidrieras para la capilla de la Buena Muerte, soga para la campana”. Se hacen numerosas reparaciones en los siguientes años para ir devolviendo al edificio sus condiciones de uso.
Se trae agua desde el palacio episcopal aunque solo se hizo llegar a la cocina y a la sacristía. En 1819 se completaron algunas imágenes con sus atributos de plata, robados durante la guerra, coronas, potencias, diademas. Se recuperó un cuadro de San Felipe pero no el del retablo mayor. Se compraron 1.500 baldosas para la iglesia. Se logró recuperar el órgano que había sido llevado “en propiedad” a la parroquia de Santiago.
En 1820 se pusieron cerraduras en todos los cajones de la cajonería de nogal de la sacristía, al parecer adquirida por el P. Paredes en 1713. Esta bella pieza de mobiliario todavía existente.
En 1824 y sucesivos se pusieron los balcones volados de la iglesia, lo que da idea de que hubieran sido arrancados, se pintó el altar mayor y el balconaje del templo.
En 1859 se acometen algunas obras de interés. José Antonio Rodríguez, maestro de obras nombrado por el Prepósito para reconocer y presupuestar las obras comenta “encontré que la bóveda de dicho edificio, así como los paramentos verticales se hallan bastante deteriorados con quiebras y roturas, y tan negro que no parece templo de Dios, así también parte del coro se halla inutilizado por amenazar ruina a causa de la rotura de un arco sobre el cual descansa dicho coro; como también el arco principal se halla bastante necesitado”. El presupuesto incluía mil cuatrocientas baldosas finas para el pavimento de la iglesia “por hallarse la mayor parte de las que tiene inútiles”.
En 1860 se destinan 10.914 reales de vellón a la obra por parte del Estado, cifra que coincide exactamente con el presupuesto elaborado por José Antonio Rodríguez el año anterior. No conocemos el alcance exacto de la obra ni su calendario, pero en junio de 1861 el Ayuntamiento pide al Prepósito que actúe por tener el edificio “necesidad de reparos urgentes imposibles de disimular o consentir” y que “cuanto antes le sea posible procure se revoque la fachada de la Iglesia y Congregación que se haya en su totalidad muy deteriorada, ofreciendo mal aspecto aquella parte de la población”. Las demandas municipales se refieren al exterior del edificio y nos permiten comprender que el edificio estaba completamente revocado, que lo estaría desde su construcción, y que por tanto la actual imagen de ladrillo visto en las fachadas, es moderna.
Con la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833, los liberales fueron ganando terreno y, con ellos, las ideas reformistas del Estado y sus relaciones con la Iglesia.
El 17 de julio de 1834 tiene lugar la primera matanza de frailes de nuestra historia, acusándolos falsamente de envenenar las aguas.
En 1835 el gobierno D. José María Queipo de Llano, VII conde de Toreno, expulsa de España a los jesuitas y manda clausurar todos los conventos que tengan menos de doce individuos profesos.
Del 19 de febrero al 8 de marzo de 1836 se firman los decretos de expropiación de innumerables bienes de la Iglesia, en el conocido proceso de “desamortización” promovido por D. Juan Álvarez Mendizabal. Con esta misma política, de expropiación de los bienes de la Iglesia y de clausura de cientos de conventos, órdenes religiosas, cabildos e incluso de clero secular, siguieron gobernando España D J. M. Calatrava y D. B. Fernández Espartero. Las consecuencias fueron enormes, un clero en la miseria, iglesias y conventos abandonados y muchísimas obras de arte destruidas.
Hay que esperar al triunfo de los moderados, primero de Narvaez y luego de Bravo Murillo, para que se alcance el orden y se restauren las relaciones del Estado con la Iglesia, que llegará con la firma de un nuevo concordato entre S. M. Católica Isabel II y el Papa Pío IX, en 1851.
Con todo la Congregación de San Felipe de Alcalá fue sorteando tanto la supresión como la desamortización. La Congregación fue suprimida de derecho pero nunca de hecho. No eran ni frailes, ni religiosos, sino clérigos seculares, sus miembros siguieron viviendo en el Oratorio pero fueron exonerados de sus cátedras de la Universidad cisneriana. Tras demostrar que los bienes de la Congregación eran de una fundación secular, estos bienes fueron respetados.
Es de gran interés el presupuesto que elabora en julio de 1861 el arquitecto Francisco Enríquez y Ferrer para la realización de diversas obras. Este arquitecto trabajaba en diversas obras impulsadas por el gobierno de Isabel II y en este caso se hace a través de la Junta Diocesana de Reparación de Templos de Toledo. Se propone colocar nuevo solado para la portería y claustros bajos, con baldosas bien cocidas, sin alabeo, caliches, ni venteaduras, que se cortará a plantilla y se sentará a cartabón sobre mortero de cal y arena. Se remeten cinco rejas de cuerpo entero en el piso bajo, al exterior, se componen cinco tapiales reventados en la fachada principal, también se incluye la restauración de muros y arcos de la espadaña. El revoco exterior de todo el edificio se propone “picando antes el existente hasta descubrir las fábricas, se maestrará con yeso moreno y se enfoscarán con mortero de cal y arena” Una vez más comprobamos que el edificio estaba revestido y ofrecía a la vista sus fábricas de ladrillo. Los aleros de madera se pintan del mismo color (entendemos que del existente entonces) con tres manos al óleo. Las rejas se pintarán con minio al óleo y se acabarán con dos manos de verde oscuro. Las puertas y ventanas se imitarán a nogal con tres manos de pintura al óleo. Se establecen por Ferrer, en noviembre de 1862, las condiciones de la pública subasta que serviría para adjudicar las obras y en junio de 1864, con la dirección de Francisco Enríquez y Ferrer, se concluyó la obra, realizada por el Maestro de Obras Antonio Fernández.
En 1894 D. Manuel Laredo pinta el trampantojo del retablo mayor.
SIGLO XX
EL PADRE LECANDA (1853-1939). Nace en Miravalles (Vizcaya) el 12 de abril de 1853. Fue amigo y confesor de Unamuno con el que mantuvo una larga relación epistolar.
En 1882 se traslada al Oratorio de San Felipe Neri de Alcalá de Henares.
En 1885 imprimie un libro sobre San Felipe Neri. Su actividad se desarrolla siempre dentro del Oratorio, en el servicio al culto, la administración de los sacramentos y la predicación. Será prepósito hasta 1936.
En 1889 publica memorias de un viaje a Roma.
En 1897 es miembro de la Junta que organizó el Centenario de las Santas Formas.
En 1904 publica la novela histórica Razón de Estado. Restaura la iglesia del Oratorio de Alcalá, muy descuidada en este cambio de siglo, y cuida sus bienes muebles.
En 1922 publica Tratado de sencilla filosofía. En 1926 organiza junto a otras personalidades de Alcalá una exitosa Exposición de Arte Religioso.
En 1932 publica un escrito en Arte Español sobre el Santo Cristo Universitario de los Doctrinos y en 1933 un opúsculo sobre su Ermita. La persecución religiosa que asola España le alcanza veraneando en 1936 en Azpeitia. Allí muere ese mismo año. Sus restos fueron traídos a Alcalá en 1949.
Persecución Religiosa 1936 -1939
Se destruye la Magistral Debido a la sublevación de algunos militares en Alcalá de Henares a favor del Movimiento Nacional, la represión alcanzó no sólo a la tropa sublevada sino a la población considerada simpatizante y, de un modo especial, a la Iglesia y a sus instituciones, a sus sacerdotes, religiosos, templos y conventos.
Los días 20, 21 y 22 de julio de 1939 fue el comienzo de una gran tribulación para la ciudad, que invadida por tropas venidas de fuera, vivirá con desazón sus muchos actos de violencia. El día 22 la iglesia Magistral es incendiada por milicianos, todos sus tesoros de culto y de arte son destruidos, robados y perdidos, entre ellos la Custodia con las SS. Formas incorruptas. Tras el fuego sólo quedan las paredes y los arcos de piedra ennegrecidos y rotos en mil pedazos los mausoleos del Arzobispo Carrillo y del Cardenal Cisneros. Se asaltan los conventos.
Luego fueron asaltados todos los demás conventos de mujeres: En Santa Clara los milicianos se apoderaron del edificio y expulsaron a las monjas a la calle.
El día 21 las Juanas abandonaron el suyo que fue sometido a saqueo y profanaciones el mismo día.
El 20 las Carmelitas de la Imagen celebraron la última misa, y dos días después fueron quemados sus cuadros, imágenes y robados sus objetos de culto.
El día 20 un grupo de personas acudió al convento de Santa Úrsula en busca de armas, y al día siguiente las monjas abandonaron el convento, mientras veían arder a la Santa Iglesia Magistral. Igual suerte tuvieron las dominicas de Santa Catalina, que comenzaron a sufrir un trato inconsiderado el día 20 por parte de un grupo de exaltados vecinos y foráneos. El día 23 dijeron la última misa, y el capellán sería después asesinado.
Las Carmelitas del Corpus Christi fueron obligadas a salir de su convento.
Las diecinueve monjas de las Bernardas cistercienses dejaron el monasterio en medio de insultos e injurias.
Las franciscanas de San Diego fueron empujadas a la calle el día 21, y cada una se refugió momentaneamente en la casa que la dio acogida.
Siguió la persecución con las Adoratrices del paseo de la Estación. Y mientras tanto ya habían sido asesinados varios sacerdotes y hombres de Iglesia.
El convento de las Siervas de María sirvió para concentrar en él a todas las religiosas de la ciudad que no tuvieran lugar donde ir, allí las obligaron a trabajar en el taller constituido, donde estuvieron hasta su evacuación a Madrid y a Valencia.
El Oratorio es ocupado. Tras la salida del último padre, el Oratorio es ocupado por un Comité de policía secreta que someterá a sus detenidos a terribles torturas y a juicios sumarísimos sin ninguna garantía legal. Muchos de estos encarcelados acabarán siendo fusilados. El Oratorio se convertirá, durante este tiempo, en una “Checa”.
Los mIembros del Oratorio de San Felipe:
El Padre Francisco Mª Arabio-Urrutia, el Padre Augusto Díez de Baldeón y Barriuso, el Padre Mariano (organista) y el Padre Prepósito Juan José de Lecanda y Zalvidegoitia; los hermanos legos Doroteo, José y Cándido.
El Padre Francisco y el Padre Augusto pasaron la guerra en Madrid, como miembros de la Iglesia clandestina, ejerciendo el ministerio sacerdotal y jugándose la vida.
El Padre Prepósito se encontraba esos días de vacaciones en Bilbao con su familia, ya no regresará nunca más en vida a su Oratorio.
Los hermanos legos se dispersaron y abandonaron la casa, nada más se supo de ellos.
Según los testigos encontrados, el Padre Mariano fue el último en abandonar la casa, saliendo a la calle vestido de paisano, debió de morir el 22 de julio de 1936. Nada sabemos de dónde, ni cómo, ni ninguna de las circunstancias de sus últimos momentos.
Desde el día 22 de julio el Oratorio y su Iglesia fueron sometidas al saqueo, a la profanación y a una destrucción sistemática. Muchos libros y papeles fueron quemados en la sacristía. El espléndido órgano que poseía la iglesia, traído desde Inglaterra a principios del siglo XX y montado por la casa Norman Beard, Ld. de Norwich fue destruído; durante muchos días las llaves pasaron a manos ajenas que entraban y salían con despojos. Anselmo Raymundo refiere que en julio de 1936 la multitud entró en la iglesia despojándola de todas sus cosas y haciendo de ellas un copioso botín; después fue convertida en parque automovilístico para toda clase de vehículos.
Días más tarde de la desaparición del último padre filipense, la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico envió a Alcalá al Señor José Mª Lacarra para salvar lo que se pudiera, constatando que habían sido robados libros y desaparecido obras de arte, recuperándose otros. Afortunadamente, ni la iglesia ni la residencia de los Padres sufrieron grandes destrozos estructurales.
Los padres filipenses no pueden regresar a su Oratorio hasta el 1 de noviembre de 1942, día en que el templo fue purificado, quedando abierto y perfectamente reorganizados los cultos.
La posguerra alcalaína fue dura y triste, también para el Oratorio, con pocos ingresos económicos y un edificio muy dañado tras la guerra. En los años cincuenta comenzaría para Alcalá un tímido despertar, preludio de la gran transformación de una década después cuando la explosión industrial y demográfica comenzará de una manera imparable.
En los años setenta la ciudad crece sin control y sufre una serie de problemas de muy difícil solución. Graves dificultades en el suministro de agua, una carretera general que partía en dos a la ciudad, el eterno problema del hospital aún no solucionado totalmente, unos colegios que se quedan pequeños antes de ser inaugurados. El Oratorio sufre una terrible crisis de vocaciones, el templo y el convento se encuentran en un estado calamitoso.
En 1969 se inicia en el Oratorio de Alcalá un proyecto docente abriéndose como colegio masculino de EGB y extendiendo su ámbito a alumnos de preescolar en 1972. En 1976 se construye el edificio nuevo que hoy vemos, en el lugar que ocupaban casas propiedad del Oratorio. Se hace en ladrillo visto y con un estilo sencillo y funcional. Hoy es un colegio con más de doscientos alumnos de ambos sexos que ofrece educación infantil y primaria. El colegio fue una respuesta del Oratorio a la necesidad social y educativa que se vivió en aquellos años en Alcalá de Henares.
El trampantojo de Laredo sufrió deterioros durante sus casi cien años de existencia y en 1976 en vez de restaurar la obra, se decidió taparla con pintura lisa, privando a la iglesia de una obra de arte de cierto interés pero sobre todo de una imprescindible solución estética para la cabecera. La colocación de un simple crucifijo colgado en la pared desnuda no respondía al carácter de este templo pero si a la corriente simplificadora y de sencillez que se derivó del Concilio Vaticano II en lo religioso y que encaja bien con las corrientes estéticas del movimiento moderno a partir del racionalismo. Cuando se tomó la decisión de taparlo se unía por tanto una posible falta de recursos para restaurarlo con la falta de aprecio por esa pintura. La prueba del nulo valor que se le daba es que se decidió incluso destruir la parte superior por la inserción de una moldura de escayola que enmarcaba el crucifijo. En cambio, según indica el autor del segundo trampantojo que hoy vemos, el resto del antiguo estaría protegido tras un panel.
En Junio de 1986 la Dirección General de Cultura de la Comunidad de Madrid encarga un proyecto de restauración del Oratorio a D. Álvaro Soto y Emilio Tuñón en tiempos del Padre Prepósito Bolek Jakubczyk.
El estudio del estado en que se encontraban la iglesia, el convento y la biblioteca, llevó a concluir que lo más necesario era intervenir en las cubiertas de la nave del templo, en muy mal estado. Ello había llevado en algún momento a cegar las ventanas de la linterna, lunetos y tribunas. Las humedades se veían agravadas por el efecto de las cubiertas del edificio nuevo del colegio, con faldones hacia el templo, lo que incidía especialmente en el mal estado de la capilla de la Inmaculada, situada entre el templo y el colegio. El estado de la linterna era lamentable aunque en ese momento, sus fábricas de ladrillo conservaban restos del revoco que tuvo todo el templo si bien no el acabado final, imitando ladrillo que seguramente tenía el edificio. El estado de la espadaña era especialmente preocupante por estar muy inclinada y soportar la gran carga de un nido de cigüeñas sobre su incompleto remate de ladrillo.
Las obras comenzaron en febrero de 1988. En cuanto a la intervención realizada en el edificio, lo más notable es la reparación de cubiertas, espadaña, linterna y biblioteca aunque abarca también restauraciones en los solados de las capillas de la Inmaculada y de San Felipe. En estas capillas se colocó un despiece de mármol muy diferente de los tradicionales y existentes en el edificio, a la vez que se adoptaba, fuera del ámbito de ese proyecto de restauración, una decoración basada en soluciones tradicionales aunque no fieles a las soluciones originales. En cuanto a la biblioteca, se subió a la planta alta reforzando la estructura y colocando forjados nuevos con viguetas y con bovedillas cerámicas y una cubierta moderna de cobre. Se resolvió así el problema del encuentro entre el edificio nuevo del colegio y el templo, solución que se ha demostrado eficaz, eliminándose el problema de humedades por cubierta en ese punto.
En 2004 se colocó una cancela de forja y vidrio que sustituyó a la tradicional de madera y que desgraciadamente se ha resuelto en un estilo renacentista muy inadecuado para esta iglesia rococó. La moderna vidriera que cierra el vano de la fachada tampoco contribuye a recuperar la estética más compatible con este templo y junto con la impactante cancela marcan de manera muy particular los pies de la iglesia como el trampantojo marca la cabecera.
Se realizan las pinturas murales con ángeles cantores del muro testero, en el coro alto y otras aportaciones pictóricas de Chordi Cortés, entre 2000 y 2003. La colección de pinturas y esculturas que atesora el Oratorio en la casa y el templo, que incluye piezas de gran interés artístico y algunas obras adquiridas recientemente, antiguas y contemporáneas, fue en parte expuesto en la gran sala que se acondicionó entre la sacristía y el zaguán de entrada del convento, en forma de museo, aunque no se pudo mantener abierto al público por los gastos e inconvenientes que ello generaba.
LA CONGREGACIÓN DE GETAFE SE FUSIONA CON LA DE ALCALÁ
El 26 de mayo de 2009 la Santa Sede firma un Rescripto por el que erige la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri de Getafe, nace con cinco padres y dos hermanos.
En el contexto de una visita pastoral a la Congregación de Alcalá, el Visitador apostólico P. Selden convive los días 17 y 18 de junio de 2010 con la recien fundada Congregación de Getafe. En este encuentro el Visitador propone a la Congregación de Getafe, como una inspiración del Señor, la posibilidad de una afiliación con la Congregación de Alcalá de Henares. Al percibir, por un lado, en la Congregación de Alcalá sus inmensas riquezas históricas, patrimoniales y de posibilidades pastorales pero su pobreza en miembros y, por otro lado, en la Congregación de Getafe sus inmensas riquezas en miembros, vida espiritual y pastoral, pero su pobreza histórica y patrimonial.
Tras un tiempo de maduración de esta propuesta y consultar al Oratorio Seglar, la Congregación de Getafe acepta esta propuesta en el año 2012. En el mes de septiembre de este mismo año se trasladan a vivir en la casa de Alcalá de Henares e inician un perido de vida común de ambas Congregaciónes.
La fusión se producirá seis años más tarde el 29 de Junio de 2018, desde ese día, la Congregación de Getafe desaparece y queda fusionada en la de Alcalá de Henares. Para esta renovada Congregación de Alcalá se hace prioritario la rehabilitación del templo del Oratorio, de la sacristía y de las salas anejas, por eso, ese mismo año el P. Prepósito Julio González Pozo pide al arquitecto D. José Ramón Duralde, experto en rehabilitación de edificios históricos, un proyecto de rehabilitación integral del edificio. Tras solicitar todos los permisos necesarios se comienza la obra de rehabilitación en septiembre del 2019. La providencia divina bendijo este proyecto con decenas de pequeñas aportaciones económicas y, sobre todo, la de una gran donante anónima que hizo posible sufragar esta obra.
De izquierda a derecha: P. Jorge Peláez, P. Ángel Alba (fallecido), P. Enrique Alonso, P. P. Julio González, P. Enrique Santayana, P. Armando Solís (de cuclillas) P. Alberto Velasco, P. Jonatan Mirón, P. Pedro Castañón. Excepto del P. Ángel Alba todos provienen de la Congregación del Oratorio de Getafe.