Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

Esperamos a Cristo, que viene, primero, para hacerse hombre y morir por nosotros; que viene, después, ya glorioso, para saciar nuestro corazón con su amor y para saciar el corazón de Dios con el amor del hombre, la criatura de la que él ha hecho su delicia, para la cual dio inicio toda la creación, para la cual ha llevado a cabo toda la obra de la salvación. Esperamos a Cristo: primero humilde en Belén; luego glorioso, llenando el universo entero con su gloria, para consumar la obra que dio inicio en la creación, por nosotros.

«Estad en vela», dice Jesús, «estad en vela». Esto es: estad despiertos, esperando «al hijo del hombre»; esto es: esperándome a mí. Estad en vela, porque nadie sabe cuándo volveré. Cuando vuelva, tomaré conmigo a quien mantenga viva la fe y el amor. La esperanza mantiene vivo el amor, la esperanza mantiene viva la fe. ¡Esperadme! Esta espera es algo interior, algo que no se ve, nadie ve nuestro corazón, solo Dios. Él vendrá y tomará para sí al que lo espera. Por eso dice Jesús que habrá dos hombres trabajando juntos en el campo, exteriormente parecen iguales, hacen lo mismo, pero él tomará a uno y dejará a otro. Tomará para sí al que lo espera.

La espera es algo interior, que se alimenta del recuerdo de quien se ama y así se abre al encuentro futuro. Recordamos su venida en carne, su venida humilde, el amor con el que se hizo hombre para morir por nosotros, y así nuestro corazón se abre al encuentro con el que nos amó, cuando vuelva y nos tome con él.

En la Eucaristía hacemos eso. Ella es el memorial de su sacrificio, pero nos abre a lo que está por delante, a la eternidad que esperamos con el que se hace presente en el altar. En la Eucaristía se alimenta nuestra esperanza. Por eso en cada Misa decimos: «Anunciamos tu muerte, Señor, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor, Jesús».

Pero la espera del Adviento, esta espera íntima, del corazón, del alma, no es mero sentimiento desligado de la vida y de las obras cotidianas, del trabajo cotidiano, de nuestra vida familiar…. La oración colecta nos invitaba a salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados, dice, por las buenas obras. Las buenas obras son solo, en la visión del Evangelio, las obras de caridad, las obras de caridad con el prójimo.

San Pablo resumía de forma bellísima estos dos aspectos de la espera interior y del ejercicio de la caridad: «Ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz». La espera, el ejercicio espiritual de la esperanza, y el ejercicio práctico de la caridad, externo, expulsa de la vida las obras de las tinieblas, las obras del pecado. «Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias».

Queridos hermanos, acrecentad vuestra oración interior: la espera de Aquel que viene humilde en Belén para morir por vosotros; la espera de quien viene glorioso para tomaros con él para siempre. Hacedlo dejando atrás las obras de las tinieblas y los hábitos mundanos. Hacedlo practicando cada día la misericordia y la caridad verdaderas con vuestro prójimo.

Y con las obras externas y con el deseo del corazón, digamos cada día: «Ven, Señor Jesús».

 

Alabado sea Jesucristo
Siempre sea alabado

 Enrique Santayana C.O.

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pdf-1591ESPERA POPULAR
Homilía del I Domingo de Adviento del 2022
En la iglesia del Oratorio de San Felipe Neri.
Autor-1591;P. Enrique Santayana
Fecha-1591Domingo, 04 Diciembre 2022 19:06
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