PATRIOTISMO Y SEPARATISMO
(El presente artículo es continuación del que colgué el 29 de septiembre, "La idolatría nacionalista")
Para describir el patriotismo, me bastan las palabras del Papa Juan Pablo II:
«Si se pregunta por el lugar del patriotismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre […] El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno […] Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica. Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio. Cualquier amenaza al gran bien de la patria se convierte en una ocasión para verificar este amor... La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber».
Y si nos acercamos al nacionalismo, encontraremos, entre sus características, las siguientes:
- No afirma una realidad porque la nación que quiere imponer no ha sido nunca “patria”, aunque haya sido otras cosas valiosas y dignas de amor en su propio ser y orden. Afirma un sentimiento. El sentimiento es su sustancia.
- Exalta su contenido sentimental hasta convertirlo en un falso dios, al que sacrifica los bienes reales, incluso el de la religión. Es una idolatría. Su paga es, por eso, la esterilidad espiritual.
- Sacrificando los bienes reales se convierte en violento: violenta la historia, violenta las leyes justas, y llega violenta a las personas y sus relaciones básicas.
Si el patriotismo está implicado en el mandamiento de honrar y amar a los padres, el nacionalismo es un pecado contra el primero y el quinto de los mandamientos. Hay una diferencia radical entre ellos. Pero si el «patriota» se deja llevar por el mero sentimiento, acabará por no diferenciarse del nacionalista. La exaltación de los sentimientos, sacados del orden que le impone la razón, y convertidos en criterio de verdad, en criterio moral y en criterio político y social, lleva a la destrucción del hombre y de la sociedad humana. Hoy es un país, mañana será tu matrimonio y tu familia, pasado la unidad espíritu-cuerpo de tu hijo, con la ideología de género, que lo convertirá en una marioneta. Todo en virtud de la “pasión”, de la exaltación del sentimiento, que nuestra era alaba como si se tratara de una virtud o de la verdadera guía del hombre.
P. Enrique Santayana C.O.