Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

Hasta hace unos años yo era una católica con muchas ganas de hacer “apostolado social” y servir de forma variada a la Iglesia: ayudar en Cáritas, dar catequesis, participar en grupos de oración etc, pero cuando realmente he encontrado mi sitio en el cuerpo de Cristo ha sido desde que soy madre. Sé que las demás cosas son necesarias e importantes, pero lo que ahora espera Dios de mí es que sea madre y madre con la conciencia de aquello que nos decía nuestro Padre San Felipe: “las madres son las nodrizas de Dios”.

Desde que concebí a mi primer hijo tengo la serena certeza de que ésta es mi verdadera vocación, después de la de esposa, claro está, y soy consciente de que mi vida ya no me pertenece a mí: no puedo ni debo disponer de mi cuerpo, mi tiempo, mi descanso, mis bienes, mis apetencias a mi antojo. Ahora todo les pertenece a ellos y se lo entrego voluntariamente y con todo el amor del que soy capaz. A cambio recibo el ciento por uno: el amor incondicional de mis hijos y la paz que me da el saber que estoy haciendo la voluntad de Dios.Soy mucho más feliz de lo que podía imaginar con mi maternidad y no cambiaba a ninguno de mis hijos, con sus defectos y virtudes, por nada ni nadie de este mundo.

Adoptando el lema de Luis y Celia Martin, padres de Sta. Teresita del niño Jesús; “educarles para el Cielo”, pretendo gastar mi vida en ello para devolverselos santos, y si, con la ayuda de Dios lo consigo, éste será para mí el camino más rápido para llegar a la patria celestial.

Testimonio publicado en la Revista Schola Amoris nº 1: 

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