Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

Me llamo Petra, pronto cumpliré 57 años. En el año 1975 me casé con Jose Luís Tenorio, presidente de la sección de Adoración Nocturna de Parla. Tenemos tres hijos, cuatro nietos y otro que viene de camino. Mi esposo y yo, llegamos al Oratorio gracias a la oración de nuestra hija, en el año 1996, pues yo, a pesar de haber nacido en una familia cristiana y entregada al servicio de la Iglesia, durante un tiempo estuve lejos de ella. Cuando llegué a la comunidad me puse al servicio de Dios, con los enfermos y los más mayores.

 

Comencé a rezar diariamente las Laudes y las Vísperas, y en la parroquia el rosario y la participación en la santa misa. Tenía grandes deseos de conocer a Cristo. Por este tiempo, en la parroquia de San Bernardo de Parla estaba como párroco el Padre Julio, hoy es el preposito de la Congregación y mi director espiritual, y también el Padre D. Enrique; de ellos aprendí a conocer los evangelios y muchas cosas más que un cristiano debe saber y con ellos hice el curso básico del centro diocesano de teologíaSiempre estoy dispuesta a servir a Dios en todo cuanto me pide. En su tiempo me regaló una grave enfermedad; mis hermanos del Oratorio me cuidaron y sirvieron como si ha Cristo se lo hicieran. Gracias a todos.

Siempre digo que el Señor me perdonó la vida para algo. En estos momentos llevo varios años sirviendo a los miembros de la Congregación en la cocina. Lo hago como puedo y sé, pero pongo en ello todo el amor que una madre puede poner; así les quiero. Sé que tengo mis predilectos, pero no me siento culpable porque sé que Jesús tuvo como predilecto a Juan.Cada mañana mi esposo me lleva desde Parla hasta Cubas, a la casa de la Congregación, allí me deja para más tarde ir a recogerme.

Me dispongo a servir a Dios en lo que es necesario, no sin su ayuda, pues sé que sin él no podría hacer nada.La cruz camina conmigo, pero la oración, su palabra y el trabajo me dan fuerzas para seguir adelante, pues sé que no hay redención sin cruz y con ella espero llegar a ver el rostro de Dios.

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