Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

Sorry, you have not enough rights to view this image.Esto no me apetece nada.

Me refiero, claro, a lo de escribir MI testimonio.

Yo querría para mí una vida anónima. Haber nacido para luego morir sin que nadie supiera de mi existencia. Y miradme, acabo de cumplir veintisiete años y mi mujer está embarazada por cuarta vez.

Soy la viva imagen de una vida vivida a merced de Otro. Sí, suena pretencioso, pero tampoco hay que darle más vueltas.

No me apetece nada hablar de mí. Me consuela pensar que, si sois como yo, esta revista terminará en el suelo de la cocina para que las salpicaduras de aceite no manchen el suelo al freír.

Me hablaron de Él en la adolescencia. En el colegio de Rozas.

¿Y antes, qué hubo? Sí, recuerdo hacer la Primera Comunión en el pueblo, tras un mes de catequesis.

 

Recuerdo ir a misa los domingos... pero no tengo conciencia de haber experimentado entonces Su cercanía o Su amor. Simplemente oía.

En el colegio de Rozas me dijeron: “DIOS TE AMA”. Nunca antes había escuchado yo una afirmación similar. Tan clara, sencilla y atrevida. Esto lo escuché después de llevar ya allí unos añitos, y siento ser tan poco original, pero este anuncio iba ligado, - ¡como no! -, a la presencia de dos hombres que habían experimentado este amor y ello les capacitaba para, a su vez, transmitirlo. Dos hombres que prefieren mantenerse en el anonimato, pero les daremos los nombres en clave de Julio y Enrique.

En aquel lugar, ellos iniciaron actividades tales como lecturas de la Biblia, catequesis que impartíamos a cursos inferiores, peregrinaciones, misa semanal... actividades que no solía perderme, un poco movido por la Promesa de una vida dichosa y, sobre todo, por miedo a no querer disgustar a esos dos hombres anónimos, pues veía en ellos una suerte de autoridad diferente: la otorgada no por hombre, sino por Dios. Este no querer disgustar me arrastró primero a hacer el Camino de Santiago y, poco después, a unas convivencias en Hoyo de Pinares. En este último lugar vi, por primera vez, a la que luego se convertiría en mi esposa, dato que no puedo obviar, pues el camino que me ha conducido hasta aquí lo he recorrido en gran parte con ella.

De aquella experiencia en Hoyo,y alguna otra similar, surgió una amistad con aquel grupo de Parla, que se mantenía por correo postal y ocasionales visitas.

A los pocos meses, mi esposa de hoy se convirtió en mi novia de ayer y ella sirvió de puente para un mayor acercamiento a ese grupo. Nada sabía yo de los deseos de vivir en comunidad y demás fantasías que ellos compartían, y he de decir que me lo encontré de golpe. Yo siempre fui reacio a tales deseos, pero gracias a mi esposa y - ¿por qué no decirlo? - de una creciente experiencia del “DIOS TE AMA”, mis deseos se fueron ablandando hasta hoy, momento en que se han derretido haciéndose irreconocibles.

La mayor pega que mi corazón ponía a esta experiencia del amor en comunidad era el manido“nomequieren”, primo hermano de “esqueyoquería”. Sin embargo, cuando mi esposa recibe la Confirmación, yo sufro una suerte de conversión. Me siento especialmente despreciado y es cuando tomo la increíble y sorprendente decisión.Ya no me importaba sentirme más o menos querido, aceptado o valorado, ahora lo importante es si el otro, el que está a mi lado, se siente más o menos querido, aceptado o valorado. Esto no significa que desde entonces todo sea fácil, sino que fue un pequeño paso hacia el olvido de sí mismo que es necesario, obligado, ineludible para encontrar a Cristo. Al menos, así es cómo yo lo vivo.

Puedo afirmar que, según mi vida ha ido avanzando hasta hoy -carrera, trabajos, matrimonio, partos- se ha convertido en una creciente experiencia de aquella clara, sencilla y atrevida afirmación que escuché en mi adolescencia, y que también me capacita para deciros a vosotros: “DIOS TE AMA”.

¡Qué fuerte!

D. Jose Ángel Notario

Oratorio Seglar

{jcomments on}