Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

Carta con motivo del anuncio de la beatificación del Cardenal Newman.

PROCURADOR GENERAL CONFEDERACIÓN DEL ORATORIO DE S. FELIPE NERI

Parione Vía, 33 00186 ROMA

 

A los MM. RR. Padres Prepósitos y a todos los miembros de las Congregaciones del Oratorio con ocasión de la beatificación del Venerable Cardenal John Henry Newman, C.O.

Roma, 16 de marzo 2010

Edoardo CerratoQueridos hermanos:

→Tengo el gozo de comunicar oficialmente que el próximo 19 de septiembre su Santidad Benedicto XVI, durante su visita al Reino Unido, celebrará en Birmingham la solemne beatificación del Ven. Card. John Henry Newman.

Nuestro hermano compartirá así, desde ese momento, la gloria de los altares con el Santo Padre Felipe y los demás Oratorianos reconocidos por la Iglesia como verdaderos discípulos de Cristo y como inequívocos modelos de santidad:

- San Francisco de Sales (1567-1622), fundador y primer prepósito del Oratorio de Thonon, si bien es cierto que, por su actividad pastoral y por la grandeza de ser Doctor de la Iglesia, su influencia va mucho más allá de los límites del Oratorio;

- San Luis Scrosoppi (1804-1884), dulce y recio siervo de la caridad en su ciudad de Udine;

- El beato Juan Juvenal Ancina (1545-1604), discípulo del Padre Felipe en el Oratorio de Roma y después obispo, audaz y reformador de la diócesis piamontesa de Saluzzo;

- Antonio Grassi (1592-1671), ángel de paz en su ciudad de Fermo;

- Sebastián Valfré (1629-1710), incansable apóstol de Turín en los más diversos campos de la evangelización y de la caridad, del cual estamos celebrando el tercer aniversario de su “dies natalis”;

- José Vaz (1651-1711), indio de Goa y evangelizador de Sri Lanka, “el mayor misionero de Asia para Asia” (Ven. Juan Pablo II), de quien nos preparamos para celebrar, el 16 de enero de 2011, el tercer centenario de su muerte.

Recogiendo los sentimientos de alegría y gratitud de toda la familia Oratoriana quiero ofrecer a Dios nuestra gratitud, y a nuestro Santo Padre el más filial agradecimiento por este último regalo de su bondad para con el Oratorio de San Felipe Neri.

Nuestro hermano Jonh Henry Newman, del cual ya el Ven. Pío XII, en una confidencia a Jean Gitton, digo: “Sin duda, Newman será un día Doctor de la Iglesia”; pertenece a la familia del Padre Felipe, pero pertenece, al mismo tiempo, a todos aquellos que -como dijo el siervo de Dios Pablo VI- “Están buscando una orientación precisa y una dirección a través de las incertidumbres del mundo moderno”.

También, el Ven. Juan Pablo II subrayó esta universalidad, del gran oratoriano, en la carta conmemorativa del segundo centenario de su nacimiento: “Me uno con gusto a una multitud de voces en todo el mundo para alabar a Dios por el don del gran cardenal Inglés y por su testimonio perenne. [...] La misión particular que Dios le confió garantiza que John Henry Newman pertenece a toda época, lugar y persona. Newman nace en una época con problemas donde las viejas certezas vacilaban y los creyentes se encontraban frente a la amenaza del racionalismo, por un lado, y el fideísmo por otro. El racionalismo trajo consigo un rechazo de la autoridad y de la trascendencia, mientras que el fideísmo apartó a las personas de los desafíos de la historia y las tareas de este mundo para generar en ellas una dependencia de la autoridad y lo sobrenatural. En este mundo, Newman llegó realmente una síntesis excepcional entre la fe y la razón”.

Es motivo de profunda satisfacción, ante la inminencia de las próximas celebraciones, volver a escuchar, junto con las palabras de estos Papas -Pío XII , Pablo VI y Juan Pablo II - al menos las que el Santo Padre Benedicto XVI ha dirigido recientemente a los Obispos de Inglaterra y Gales en la visita ad limina: “El cardenal Newman [...] nos ha dejado un excelente ejemplo de fidelidad a la verdad revelada, siguiendo aquella amable luz donde quiera que le condujo, incluso a un considerable precio. Hoy se necesitan en la Iglesia grandes escritores transmisores de su altura y de su integridad y espero que la devoción a él inspirará a muchos a seguir sus pasos. Justamente, se ha prestado mucha atención a la actividad académica y a los muchos escritos de Newman, pero es importante recordar que él se consideraba ante todo un sacerdote. En este Año Sacerdotal, os exhorto a presentar a vuestros sacerdotes su ejemplo de compromiso con la oración, de sensibilidad pastoral con las necesidades de su rebaño, de pasión por la predicación del Evangelio. Vosotros mismos debéis ofrecer un ejemplo similar. Estad cerca de vuestros sacerdotes y reavivad su sentido de enorme privilegio y de alegría de ser entre el pueblo de Dios como alter Christus”.

El elogio emitido por los últimos Papas recuerda la alta consideración que el gran Papa León XIII -del que este año se conmemora el segundo centenario de su nacimiento y que tanto trabajó a favor del resurgimiento del Oratorio - tenía por Newman. Hablando de la posibilidad de hacerlo cardenal en el primer consistorio de su pontificado, el Papa León confesaba: “No ha sido fácil, no ha sido fácil. Decían que era demasiado liberal, pero yo he decidido honrar a la Iglesia honrando a Newman. Siempre he tenido admiración por él.” Le consideró - y lo declaró- “su cardenal”.

Para el consistorio en el que habría de recibir la púrpura cardenalicia, el P. J. H. Newman había llegado a Roma el 24 de Abril 1879 para permanecer allí hasta el 4 de junio: escribió a su obispo, Ullathorne, recordando la “simpatía” y “los honores” desproporcionados de los que había sido objeto, en particular de la «ternura», de la “afectuosa ternura” del Papa, quien le recibió en dos ocasiones: el 27 de abril y el 2 de junio. “El Santo Padre me ha recibido muy cariñosamente - escribió a propósito de la primera audiencia – estrechando mi mano entre las suyas. Me ha preguntado: “¿Tiene intención de seguir dirigiendo la Casa de Birmingham?”. Respondí: “Depende del Santo Padre”. Él continuó: “Bien. Deseo que continúe dirigiéndola”, y habló largo y tendido acerca de esto”.

Mons. Biffi ha ofrecido recientemente una preciosa reflexión sobre el sentido del la elección de Newman como cardenal, tenazmente querida por el Papa León XIII: “El cardenalato y la aceptación de León XIII, más que una reparación de la desconfianza que durante años había rodeado la vida y la obra de Newman, era principalmente el reconocimiento del valor del amplio y largo magisterio de Newman”. Y es muy significativo que “L’Osservatore Romano” del 14 de mayo, la víspera del consistorio público, publicase en primera página el discurso pronunciado por Newman después de la entrega del Título de nombramiento, el 12 de mayo, donde hacía una rápida evaluación de su vida y donde trataba un tema que sigue siendo de impresionante actualidad: sobre el liberalismo religioso.

Newman, después de haber empezado a hablar en la “armoniosa lengua” italiana continuó con el inglé, expresó su “asombro y profunda gratitud” por su nombramiento, declarando sentirse abrumado por “la indulgencia y el amor del Santo Padre” al elegirlo a un “honor tan inconmensurable”: “Fue una gran sorpresa. Tal emoción, que nunca había ocurrido, y parecía no tener ninguna conexión con mi pasado. He encontrado muchas dificultades, pero se terminaron, y ahora que para mí se acercaba el final de todo. Estoba en paz”. "El Santo Padre tenía afecto por mí y me dijo por qué me elevaba a un lugar tan alto. Él consideraba este acto un reconocimiento de mi celo y servicio durante muchos años en la Iglesia Católica; por otra parte, creía que cualquier atestado a su favor habría complacido a los católicos ingleses y también a la Inglaterra protestante”. Agregó el nuevo cardenal, recién elegido: “En un largo curso de años he cometido muchos errores. Estoy lejos de aquella alta perfección que es propia de los escritos de los santos (...) pero de lo que estoy convencido es de que puedo atribuir a cuanto he escrito lo siguiente: la recta intención, la inmunidad de los intereses privados, la disposición a la obediencia, la premura a ser corregido, el gran temor de cometer errores, un anhelo de servir a la Santa Iglesia, y, por la misericordia divina, el éxito suficiente”. Y prosigue: “Me alegro de poderle decir que me he opuesto desde el principio a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años me resistí, con todas mis fuerzas, al espíritu del liberalismo religioso, y nunca la Iglesia tuvo más urgentemente necesidad, como hoy, de opositores en contra de esto, ya que por desgracia, este error se propaga como una red sobre toda la tierra”.

“El liberalismo religioso es la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en materia religiosa, sino que cualquier credo es tan bueno como cualquier otro; y ésta es la doctrina que, de día en día, adquiere consistencia y fuerza. Esta posición es incompatible con el reconocimiento de una religión como verdadera, enseña que todas deben ser toleradas en cuanto que todas tienen materias de opinión. La religión revelada no es verdad, sino que es sentimiento y gusto, no “hechos objetivos” (...) cada individuo tiene derecho a interpretarla a su manera (...), se puede ir a las iglesias protestantes y a las católicas; se puede recibir el espíritu en ambas y no pertenecer a ninguna. Se puede confraternizar juntos en el pensamiento y en asuntos espirituales, sin que haya una doctrina común o ver la necesidad e ella. Como la religión es un hecho personal y un bien exclusivamente privado, la debemos ignorar en las relaciones mutuas”.

Newman añade:

“La bella estructura de la sociedad, que es la obra del cristianismo, está repudiando al cristianismo”; “a los filósofos y políticos les gustaría sustituirla por medio de una educación universal, laica (... que) proporcione las grandes verdades éticas fundamentales de la justicia, la benevolencia, la veracidad y otras similares”; sin embargo, - señala Newman - es un proyecto que busca directamente “eliminar y excluir la religión”.

Es difícil no reconocer la trágica actualidad de este liberalismo religioso, que preocupaba a Newman en 1879: hoy se está formalizando y difundiendo exacta y profusamente esta idea de que las religiones son equivalentes, que es indiferente y fuera de lugar la cuestión de su verdad, que una confesión o una iglesia son equivalentes. Y que, en cualquier caso, la religión pertenece exclusivamente al ámbito privado y personal, sin incidencias sociales. Esta ambigüedad está a veces en el mismo diálogo interreligioso: por ejemplo, cuando se pretende atenuar la conciencia de que al final lo que importa es la religión auténtica.

La confusión que en este sentido se está creando dentro de las experiencias cristianas elitistas y “proféticas” -como las llaman- es admirable y singular, pero son absolutamente contrarias al Evangelio y a la tradición de la Iglesia, que hablan al Pueblo de Dios y le ofrecen certezas.

Por otra parte, y unido a esto, la relevancia de Newman parece de sorprendente actualidad, en todo lo que tiene que ver con el desmantelamiento de la “cultura” cristiana y de sus recursos educativos con el pretexto de “laicidad” y de “valores” laicos, como se dice hoy, - el cardenal hablaba de “justicia, benevolencia”, nosotros curiosamente de “solidaridad” -; una educación puramente “laica” guiada por la indiferencia religiosa es incapaz de establecer una ética y está inevitablemente destinada a educar en la nada. Hoy, los que afirman algo estrambótico o anti-eclesial se auto proclaman con el título de profeta; en realidad, Newman lo fue verdaderamente, cuyas obras con sutileza histórica y psicológica, con su belleza poética, y con el esplendor de su verdad, han enriquecido a la Iglesia para siempre.

Queridos hermanos, Newman pertenece a todos los que buscan la Verdad por la vía de la razón confrontándola con los datos de la fe (cf. Juan Pablo II, Fides et Ratio); y el Oratorio filipense, que lo tiene como hermano, es gozosamente consciente de la inmensa riqueza que en Newman ha recibido.

La elección oratoriana adoptada por el neoconverso -que regresó de Roma a Inglaterra, llevando consigo el Breve “Magna Nobis semper” de 1847, con el que el Beato Pío IX instituía el Oratorio en Inglaterra, dando Newman facultad para propagarlo en aquella nación- es para todos los discípulos del Padre Felipe un poderoso atractivo para redescubrir la actualidad de la propuesta de San Felipe Neri y la belleza de la vocación oratoriana que el nuevo Beato vivió intensamente y describió claramente en los dos sermones sobre la “Misión de San Felipe Neri” (Birmingham, 1850), en las siete cartas enviadas a Dublín en 1856, a su comunidad, en algunas oraciones - entre ellas las preciosas “Letanías”- compuestas para pedir por la intercesión del Santo las gracias de las que él fue singularmente enriquecido.

“Amo a un viejo de dulce aspecto -escribió Newman refiriéndose a San Felipe– lo reconozco por su vestidura blanca, por su sonrisa fácil, por su mirada aguda y profunda, por la palabra que enciende al salir de sus labios cuando no está en éxtasis ....”.

Son significativas las palabras con las que le pidió un favor al Papa León XIII, cuando le ofrecieron la Púrpura romana:

“Durante treinta años he vivido en el Oratorio, en paz y felicidad. Ruego a Su Santidad que no me prive de San Felipe, mi padre y patrón, y que me deje morir allí donde he vivido así tanto tiempo”.

El fundador del Oratorio inglés, que conocía bien la experiencia oratoriana de los orígenes, se colocaba, con esta expresión, sobre la estela de los primeros discípulos de Felipe Neri llamados a la dignidad cardenalicia, según la tradición de pertenencia fiel que sigue caracterizando al último de los Cardenales oratorianos, el padre Giulio Bevilacqua (1881-1965), quien, aceptando la Púrpura por insistencia de Pablo VI, pidió y obtuvo del Papa poder continuar su ministerio de párroco en la comunidad oratoriana de San Antonio, a las afueras de Brescia.

¿Qué fascinó, del Padre Felipe, a John Henry Newman, impulsándolo a elegir el Oratorio como forma y método de su vida sacerdotal en la Iglesia Católica?.

Muchos han escrito extensamente, y volúmenes preciosos: V. Murray, “Newman y el Oratoriano”, y A. Boix, “John Henry Newman. La vocación oratoriana”, presentando ampliamente el tema.

Sólo quiero destacar aquí un elemento, que me parece expresar en una síntesis armoniosa todo el mundo interior del Padre Felipe, asumido por el Beato Newman: la “bondad” del Padre Felipe. Características del santo como dote temperamental, esta “bondad” es al mismo tiempo síntesis de los altos valores adquiridos en una dulce y fuerte relación con la presencia viva de Jesucristo en la carne de cada persona que acepta su amistad: singular libertad de espíritu, amor por una vida de auténtica comunidad regida por las leyes de discreción, respeto de las capacidades de cada uno, sabia sencillez que hizo de la alegría de Felipe “una alegría racional” según la hermosa fórmula de Goethe recogida en el diario de su “Viaje por Italia”.

El oratoriano John Henry Newman, que nos habla a través de su camino de conversión, continuado a lo largo de toda su existencia, como a través de la amplitud y riqueza de sus escritos, está perfectamente fotografiado por el lema que eligió para su escudo cardenalicio, tomándolo de San Francisco de Sales:

“Cor ad Cor loquitur.” Estas palabras expresan perfectamente el espíritu de Newman, “para quien la palabra no se comunica pura y exclusivamente por un camino abstracto, sino por las relaciones concretas creadas por una afinidad interior; por otra parte, se conoce no sólo con la mente, sino con toda la persona, y por tanto con el afecto, según la afirmación de Gregorio Magno: «Amor ipse Notitia», el amor es en sí mismo fuente y principio de conocimiento, o sea amar es conocer” .

Deseo de corazón, a toda la Familia Oratoriana, que la próxima beatificación del gran hijo de San Felipe Neri y maestro de todos los que “están buscando una orientación precisa y una dirección a través de las incertidumbres del mundo moderno”, constituya la ocasión de un fecundo encuentro con su pensamiento y con el ejemplo que nos ha dejado de su vida.

Confío a la intercesión del nuevo Beato, de forma particular, las Congregaciones del Oratorio de Inglaterra -Birmingham, Londres y Oxford- y todas aquellas que han surgido en otras partes bajo la inspiración del Cardenal Newman.

A todos los hermanos oratorianos de nuestras congregaciones y de las comunidades en formación, envió el más fraterno saludo y el deseo de que la experiencia del Año Sacerdotal se fortalezca por la acogida de la propuesta de la vida que por el “Camino del Oratorio” nos llega del gran discípulo del Padre Felipe.

Y a los laicos del Oratorio Seglar, con un cordialísimo saludo, presento el deseo de que profundicen, incluso en sus reuniones, en la gran figura del nuevo Beato como auténtico maestro del camino oratoriano.

En el Corazón de Cristo y de Nuestro Padre Felipe

Edoardo Aldo Cerrato, C.O.

Procurador General