Papa Francisco canoniza al padre oratoriano José Vaz
La vida del Beato José Vaz, sacerdote del Oratorio de Goa y evangelizador de Ceilán (hoy Sri Lanka) parafraseado el título de una biografía suya, podría ser sintetizada en estos términos: “la epopeya de un hombre libre que se hace esclavo para evangelizar”.
En la homilía de la Misa de beatificación, celebrada en Colombo el 21 de enero de 1995, Juan pablo II afirmaba: Teniendo en consideración todo lo que el P. Vaz fue e hizo, de cómo lo hizo, y de las circunstancias en las que consiguió desarrollas la gran obra de salvar una Iglesia en peligro, es justo saludarlo como el más grande misionero cristiano que Asia haya tenido nunca”
Tuvieron conciencia de esta extraordinaria grandeza ya sus hermanos, uno de los cuales el P. Saldaña, escribía a Goa el 17 de enero de 1711, mientras el P. Vaz estaba expuesto a la veneración de los fieles en la iglesia católica de Kandy: “El 16 de enero se ha apagado el venerable P. Vaz, Vicario General de esta misión y padre de los misioneros”. El dolor y la desolación causados por su pérdida son muy grandes y no pueden ser descritos suficientemente porque él fue verdaderamente un sacerdote santo.”
Hacía veinte años que el P José se había introducido clandestinamente en Ceilán oprimida por la dura persecución desencadenada contra los católicos por los fanáticos calvinistas del Imperio Holandés. Cuando llegó, falto de cualquier medio humano, en hábito de esclavo, y efectivamente mendicante, no encontró algún sacerdote – todos habían sido asesinados o expulsados de la isla. – vio las iglesias profanadas o destruidas y a los fieles dispersos, aterrorizados por la amenaza de muerte; cuando cerró sus ojos terrenos, dejó una misión de 70.000 fervientes católicos, quince iglesias, cuatrocientas capillas. Este hombre pequeño, con su santidad de vida y su celo apostólico, había restablecido en Caylán una Iglesia con raíces tan profundas que las sucesivas tempestades no fueron capaces de conmoverla.
Había nacido en la India, en el lugar materno de Benaulim, territorio de Goa, el 21 de abril 1651, en una familia cristiana del siglo XVI, de apellido portugués, pero descendiente de Brahamanes Konkany. Fue seguramente el fervor de la fe de su casa la que hizo madurar en José la vocación sacerdotal.; un fervor que continuó incluso después de la partida del P. Vaz, hasta el punto que todos sus sobrinos se hicieron sacerdotes y la familia se extinguió: “se había inmolado a Dios.” Completados los estudios preparatorios, José se trasfirió a la Universidad de los Jesuitas en Goa para la formación humanística y después, al Colegio dominicano de St. Tomás de Aquino para la filosofía y la teología, recibiendo la Ordenación en 1676. Retornado a su lugar nativo, comenzó a ejercer el ministerio sacerdotal, pero por poco tiempo: el ejemplo de fe y la preparación cultural del P. Vaz llamaron la atención y fue invitado a predicaren la catedral, y a dedicarse en la metrópoli, al servicio de las Confesiones y de la dirección espiritual, a la cual se confiaron ilustres personajes. El ardor misionero que le animaba le hizo descubrir, en aquel tiempo, la triste realidad de Ceilán y hubiera querido ir allí; las autoridades de la diócesis le invitaron en su lugar a ir a Kanara, territorio dela Archidiócesis de Goa, donde la Santa Sede había erigido un Vicariato Apostólico, pero donde se había desencadenado desde tiempo atrás una triste disputa de competencias y jurisdicciones.
La vida cristiana de los fieles era perturbada y comprometida, y el escándalo producido por las controversias se difundía también entre los paganos. Para reconciliar a los Pastores era necesaria una gran humildad, y para reanimar a los fieles era necesaria una gran dedicación: al P. Vaz no le faltaban ni la una ni la otra y cuando en 1684, él dejó el cargo de Vicario Apostólico, la penosa situación podía decir que estaba arreglada- El P. José sintió muy fuerte el deseo de entrar en alguna Orden religiosa, pero debía todavía buscar una solución, desde el omento que todas la existente recibían entre ellos sólo candidatos de origen europeo. Había habido intentos de instituir Comunidades indígenas, pero habían fracasado; más en Goa, con el permiso del Arzobispo, tres sacerdotes indianos habían comenzado una vida común junto a la iglesia de la Santa Cruz de los Milagros, sobre el monte Boa Vista, y el P. Vaz pidió hacer parte de ella. Elegido Superior, fue el verdadero fundador de ella, en cuanto que no sólo dio a la Comunidad una nítida fisonomía espiritual, sino que encontró la forma jurídica que le permitía continuar. De la Congregación de San Felipe Neri había llegado la noticia desde Portugal, donde el Oratorio era floreciente y férvidamente misionero; al Padre de Quental el 9 de enero de 1686, se pidieron las Constituciones e indicaciones sobre la nueva fundación.
La fama de santidad de los sacerdotes de Boa Vista de difundió rápidamente, y al ministerio de su iglesia ellos, animados por el fervor misionero del P. Vaz, añadieron muy pronto un intenso apostolado en las zonas rurales. La empresa de la fundación y después del reconocimiento canónico no fue fácil, pero ya una Bula de Clemente XI de 26 de noviembre de 170’6 confirmaba la fundación y elogiaba sus obras. En abril de 1709 un documento conservado en el archivo de la Congregación de Roma, firmado por los PP. Giovanni de Guarda y Antonio de Ataide, del Oratorio de Lisboa, del oratorio de Lisboa, testifica que “en las Indias Orientales, en Goa, ha sido erigida por la autoridad Regia y Ordinaria y confirmada por S. S. clemente XI la Congregación del Oratorio de nuestro S. Padre Felipe Neri.”
A finales del año 1686, mientras la comunidad, rica en vocaciones y en buenos frutos, ya podía gobernarse sin él, el P. Vaz sintió que era llegado el momento de responder a su adormecida vocación a favor de los católicos de Ceilán siempre más abandonados. No había otros sacerdotes asiáticos dispuestos a empeñarse personalmente a servir a la Iglesia perseguida y desfallecida, y el p. Vaz se sentía interiormente llamado. Reveló el secreto de su plan solamente al P. Pascoal, al cual había pedido sustituirlo y salió en compañía de Juan - un muchacho que había de seguirlo hasta el final con amor de hijo – buscando la manera de entrar en la isla. Dejando su hábito, adoptó el de los esclavos y de los mendicantes y después de algunos meses de fatigosas tentativas consiguió desembarcar en la costa de Ceilán.
Aquí cayó inmediatamente enfermo, y por algunos días permaneció sobre el borde del camino, con Juan, también él cogido por la fiebre; hubiera muerto de penuria si algunas mujeres no le hubieran socorrido con un poco de alimento. Siempre con el temor de ser descubierto, inició la búsqueda de los católicos, la mayor parte de ellos, bajo el azote de la persecución, había adoptado exteriormente los usos calvinistas, y no osaba exponerse. El P. Vaz adoptó entonces un sistema atrevido: se puso al cuello, sobre el pecho, desnudo como mendicante, la corona del Rosario, y comenzó a llamar de puerta en puerta pidiendo limosna,
Entre la indiferencia de los budistas y de los hinduistas, se dio cuenta alguno que miraba con interés aquella señal de piedad católica: comenzó por una familia, y cuando estuvo seguro de su fidelidad reveló su propia identidad. Fue este el comienzo de la reevangelización de la Isla, continuada en el lugarejo seguro de Jaffna, durante dos años, en el ejercicio secreto del ministerio, con la celebración nocturna de la Misa y oyendo, de aquellos que se dirigían a él, para la Confesión y el coloquio espiritual. El reflorecer de la comunidad atrajo la atención de las Autoridades holandesas y el gobernador decidido a tronchar aquella recuperación, señaló grandes recompensas a quien hubiese entregado al sacerdote.
Pero nadie traicionó al P. Vaz, que fue, aún más, puesto a salvo mientras se desencadenaba contra los fieles la ira de los Calvinistas: no fueron pocos los mártires, y muchos católicos acabaron en las prisiones sus días. En el interior de la Isla a donde el P. Vaz fue obligado a huir, en el pequeño estado de Kandy, todavía formalmente autónomo, donde vivían muchos católicos que nunca habían encontrado un sacerdote, reinaba el rey Vilamadharma Surya. Los agentes calvinistas se adelantaron a la llegada del Padre difundiendo falsas voces que lo presentaban como espía de los Portugueses: y el plan funcionó: apenas llegado el P. Vaz fue puesto en prisión. El Rey de Kandy con todo, que, aun siendo budista, no aprobaba la encarcelación de este extranjero , de la índole profundamente espiritual, conoció a través de los carceleros la santidad de vida del prisionero y se convirtió en amigo, transmitiendo también a su hijo, Narendrasinha, la veneración, con que, una vez que sucedió a su padre trató al sacerdote católico. El P. Vaz tuvo así la posibilidad de predicar y difundir la fe en todo el reino, recorriendo a pie el territorio y restableciendo por todas partes la presencia de la Iglesia.
Mas ninguno traicionó al P. Vaz, que fue puesto a salvo mientras se desencadenaba la epidemia de la viruela estallada en 1697, por el testimonio del mismo rey habría completamente destruido a la población entera si la caridad y la inteligencia del P. Vaz no hubiese previsto los cuidados a los enfermos y dictado normas higiénicas que de hecho contuvieron el contagio. En aquel mismo año habían llegado a Ceilán desde el oratorio de Goa, con el cual el P. Vaz estaba continuamente en contacto con relación epistolar, los PP. José de Menezes y José Carvalho; a la muerte del P. Vaz diez misioneros trabajaban en aquellas tierras, embebidos en su espíritu y preparados para seguir la obra, para la cual he había formado también laicos, confiando a ellos el cuidado de muchas comunidades dispersas. Cada villa, cada lugar, había sino animado por él para construir su propia capilla, y un Annavi, en cualidad de catequista, se cuidaba allí de la formación del pueblo sirviéndose de los manuales que el P. Vaz, mediante el estudio del tamil y del cingalés, había compuesto en la lengua local. Las raíces profundas de la Iglesia de de Sri Lanka t9enen sus raíces en la acción de estos apóstoles laicos, no menos que en aquella de los sacerdotes.
Brahamán por nacimiento y por tradición familiar, asceta absolutamente pobre, y dispuesto para cualquier sacrificio, el P. Vaz realizó, tal vez sin darse cuenta, la unión más feliz del ascetismo oriental con la espiritualidad cristiana. El trabajo incesante y las privaciones de todo género, habían extenuado su físico; no le quedaba ni siquiera la fuerza para moverse. En la noche del 15 de enero, recibiendo el Viático, a los Padres que le pedían el último recuerdo les dijo: “Recordad que no se puede fácilmente cumplir al momento de la muerte aquello que se ha olvidado de hacer durante toda la vida”, y teniendo en la mano ua candela, con el nombre de Jesús en los labios terminó su peregrinación terrena.
El Prepósito del oratorio de Goa escribió la primera vida del P. Vaz en 1723, y en 1732 el Papa Benedicto XIV autorizaba la introducción del proceso canónico de beatificación. Ya en 1753 el oratorio de Venecia hacía publicar en italiano “L’Apostolo di Ceylan.P. Giuseppe Vaz della Congregazione dell’Oratorio di S. Filippo Neri” Razones de carácter principalmente políticas retardaron la beatificación de este extraordinario misionero, venerado como santo por todo el pueblo. Fue durante la primera visita apostólica de un Sucesor de Pedro en tierra srilankese cuando Juan pablo II pudo finalmente decretarle el honor de los altares.
El 17 de septiembre de 2014, el Vaticano anunció que el Beato José Vaz, "el Apóstol de Sri Lanka" será declarado santo durante la visita del Papa Francisco a la nación de la isla que tendrá lugar entre el 13 y 15 de enero del 2015.