Oratorio San Felipe Neri de Alcalá de Henares

IV Domingo de Pascua. B
21-IV-2024

«Yo soy el Buen Pastor» (Jn 10,11-18)

En el evangelio Jesús habla a sus discípulos después de que hubiese curado a un ciego de nacimiento y de que los jefes del Sanhedrín levantasen una dura polémica contra él, y acosasen al ciego y a sus padres, para que negasen el milagro. Ahora, resucitado, Jesús se dirige a sus discípulos de todos los tiempos, para advertirnos de los falsos pastores y para llamarnos a él, el Buen Pastor.
Jesús, dolido por la dureza de los jefes del Sanhedrín, que habían expulsado de la sinagoga al ciego, pone en guardia al pueblo contra ellos. Quieren ser sus guías y sus jefes, pero no buscan el bien de su pueblo, sino el provecho propio: riqueza, poder, fama, honores, reconocimientos, ser aclamados como «maestros», «guías», «directores», «padres» …
Desde el momento en que se empezaron a cumplir en Jesús las profecías del Antiguo Testamento, los jefes del Sanhedrín debían haber reconocido en él al Mesías, al Pastor de Israel. Debían haberse sometido a su autoridad y a su enseñanza, haber señalado a Jesús como el cumplimiento de todas las promesas y llevar hasta él al pueblo entero para que se alimentase de la verdad y de la gracia de Dios. Hicieron lo contario: tildaron de fanáticos e ignorantes a los que se sentían atraídos por Jesús y se empeñaron en alejarlos de él con todas las insidias posibles. Traicionaron la misión de su cargo y así perdieron el derecho a dirigir al pueblo, se convirtieron en intrusos. Toda autoridad que no se somete a Jesús, el Pastor prometido, se convierte en intruso y conduce a la muerte espiritual a quienes guía.
Jesús expresa esto con una imagen que toma de los usos de los pastores de su tierra. Al caer la tarde, los pastores llevaban sus rebaños a un aprisco común y grande, al cuidado de un vigilante. Así podían ir a dormir. A la mañana siguiente cada pastor volvía al redil, entraba por la puerta, llamaba a sus ovejas, reunía a las suyas con su voz, porque las ovejas reconocen la voz de su pastor, y las sacaba de nuevo hacia los pastos. Los miembros del sanhedrín, que no reconocieron en Jesús al Pastor, al Mesías de Israel, se convirtieron en intrusos en medio del rebaño. No habían entrado por la puerta, que es el reconocimiento de Cristo como Mesías, y solo estaban allí para robar las almas y matarlas.
Todos los que reciben autoridad, pero luego no suspiran por Cristo y no hacen de él el objeto de su fe, de su amor y de su esperanza, terminan siendo intrusos. Todos los que no dirigen el afecto, la memoria, la fe, la esperanza y el amor del pueblo hacia Cristo, sino que desvían la atención del pueblo hacia ellos mismos, buscando honra o riquezas o poder, todos esos son intrusos en medio del rebaño de Dios. Los que llevan la atención del Pueblo de Dios hacia los bienes de este mundo, haciéndoles soñar con un reino temporal y un paraíso en esta tierra, con un proyecto político de uno u otro signo, esos son intrusos. Arrancan en el corazón de los fieles el amor a Dios y lo sustituyen por una mezcla de religión y de amor mundano, por la aspiración a una vida religiosa a la par que cómoda, a una paz mundana que Cristo no ha prometido. Los que en lugar de corregir con paciencia sus propios pecados y los pecados de su pueblo, halagan las pasiones de los hombres anulando la denuncia de la conciencia y de la ley de Dios sobre pecados; los que llaman normalidad al pecado, que llaman  bueno a lo que Dios ha sancionado como malo, esos son intrusos. Son intrusos esos que en nombre de Dios prometen la felicidad en esta tierra, una felicidad que Cristo nunca prometió, y arrancan así del corazón la espera del cielo, el deseo de ver a Dios. Todos esos son intrusos, que roban las almas y las matan.
 
Con dolor Jesús advierte de los intrusos y, en la misma medida, con amor llama a los suyos, de entonces y de hoy. Los discípulos de Cristo no están solos, Cristo es su Pastor, el Buen Pastor. El Antiguo Testamento había anunciado a un Mesías que traía la gracia de Dios. Y Jesús, desde el principio de su vida pública mostró un derroche de esa gracia en sus palabras y en sus milagros: «Los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados» (Mt 11,5). El Antiguo Testamento también había dibujado la figura del Mesías prometido como un rey pastor, que se ponía al frente de su pueblo para conducirlo por los caminos de la historia, tantas veces oscuros, hasta Dios. Jesús, lleno de amor por su pueblo, reivindica su lugar en la historia de la salvación, su misión y su identidad: «Yo soy el Buen Pastor». E inmediatamente muestra cómo lleva a cabo su misión: con el sacrifico de su propia vida: «Yo soy el Buen Pastor, que da la vida por las ovejas». La cruz por amor es el signo del Buen Pastor —y de todos los que ha llamado a participar de su sacerdocio y le son fieles—. Reconocemos estas palabras cumplidas. Cristo ha muerto por nosotros, ha pagado con su vida por nuestra redención y ahora vive. Y es como si añadiese para quien sabe entender: «Venid a mí… Yo os llevaré conmigo… hasta las moradas de mi Padre» (Cf.: Mt 12,28; Jn 14,1-4). No hagáis caso a los falsos pastores, intrusos, asalariados, mercenarios, que solo buscan su propia supervivencia y que os abandonarán cuando llegue el peligro… que roban de vuestra alma el amor a Cristo con el amor a las cosas de este mundo. «Venid a mí», dice él, que ya he vencido la muerte y que voy con vosotros, delante de vosotros por el angosto camino de la salvación.
El signo de la cruz es el signo del Buen Pastor, y es real y actual en la Eucaristía. En el altar él perpetúa para siempre su sacrificio por nosotros y con esa entrega ejerce su pastoreo. La Eucaristía es, además, la forma que tiene Cristo de convertir su amor y su sacrificio en alimento del alma, y alimento para cada uno.
En la Eucaristía su amor se convierte en alimento que llega hasta lo más profundo de nuestra alma, aquel lugar que es solo nuestro y del Creador, donde conocimiento y amor se identifican. Con la Eucaristía Cristo llega hasta lo más íntimo para amarnos y conocernos, para ser conocido y amado: «Yo soy el Buen Pastor, que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen». La Eucaristía es el vínculo amoroso entre Cristo y los suyos, tan grande y tan real que Cristo lo parangona con el conocimiento y el amor que existe entre Dios Padre y él, el Hijo Eterno de Dios: «conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre».
Y eso uno a uno. Con la Eucaristía une a él a los discípulos, uno a uno; vivifica a los que ama y le aman, uno a uno. El sacrificio de la cruz, hecho de una vez para siempre y para la salvación de todos, con la Eucaristía llega ser el sacrificio de amor hecho totalmente por cada uno. Por eso Jesús puede proclamarse no solo Pastor de los que le escuchan en Jerusalén antes de su pasión, no solo del viejo Israel, sino de todos los hombres. Ninguno está excluido de su llamada de Pastor Universal: «tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor». La cruz es la llamada a todos, «cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32), y la Eucaristía es la forma que él tiene de que su amor crucificado llegue a todos, en la única Iglesia Católica, su único rebaño.
De esta entrega eucarística, perenne, que se perpetúa hasta el fin del mundo, vive siempre la Iglesia, de ella se alimentan sus discípulos y resurge siempre la unidad del único Pueblo de Dios. Con esta entrega eucarística madura en el corazón de los discípulos su salvación eterna. Con esta entrega eucarística, en medio de la apostasía de todos los tiempos, madura en el corazón de la Iglesia la Jerusalén celeste, cuando Dios sea todo en todos (Cf.: 1Cor 15,18). 

 

Alabado sea Jesucristo
Siempre sea alabado
 
Enrique Santayana C.O.

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Homilía del domingo 21 de abril de 2024
IV domingo de Pascua, ciclo B
Iglesia del Oratorio de San Felipe Neri
Alcalá de Henares
Autor-1632;P. Enrique Santayana Lozano C.O.
Fecha-1632Martes, 23 Abril 2024 14:05
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